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Editorial
País de cafres
La memoria del magnicidio de Miguel Uribe debería bastar para entender que la política sin respeto y acuerdos es apenas otro rostro de la violencia.
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La opinión
La Opinión
Viernes, 15 de Agosto de 2025

Este es un país de cafres”, dijo Darío Echandía —expresidente encargado, excanciller y uno de los liberales más respetados del siglo XX— cuando la violencia política convirtió la confrontación democrática en una barbarie en Colombia. 

No era un exabrupto, sino el diagnóstico de quien vio de cerca cómo las pasiones desbordadas podían destruir la civilidad. 

Además tuvo razón en su tiempo en expresarse así al estar en momentos del ‘Bogotazo’ y de haber hecho parte posteriormente de la Comisión de Reajuste Institucional, la cual ayudó a diseñar las instituciones del Frente Nacional.

Perturbadoramente, décadas después la frase del maestro Echandía sigue describiendo nuestra realidad. No queremos entender que el diálogo y  las formas civilizadas permiten fortalecer unos comportamientos que conlleven a moderar y a bajarle la tensión al crispado ambiente político. 

Con la herida abierta por el magnicidio del senador y precandidato Miguel Uribe Turbay, la campaña presidencial se mueve entre provocaciones y gestos vacíos, al igual que de nuevos hechos violentos contra miembros del Congreso de la República. 

El episodio del exalcalde y precandidato Daniel Quintero irrumpiendo sin invitación en el Congreso Empresarial de la ANDI, con una bandera de Palestina, no aportó ideas: buscó protagonismo a costa de un espacio de propuestas.

El bochornoso episodio que está lejos de la política y más bien se enmarca dentro de aquellas acciones populistas y de confrontación que no deben permitirse que prosperen, porque nada aportan y sí generan mayores niveles de polarización. 

En contraste, voces como la del exsenador David Luna han planteado un camino distinto: un consenso que deponga candidaturas en torno a un único nombre capaz de garantizar gobernabilidad en un país dividido y con problemas que lo agobian por doquier. 

“Cargar la maleta de otro hombre o mujer que defienda la democracia” es la idea central de la iniciativa a la que Juan Manuel Galán se sumó, entendiendo que el momento exige grandeza y unidad, no espectáculo.

Sin embargo los acontecimientos siguen mostrando que persisten los peligros para los dirigentes políticos como ocurrió en el Huila con el ataque contra el congresista Julio César Triana de Cambio Radical, cuando iba en una caravana. Estos hechos hay que contenerlos porque de persistir están anticipando serios riesgos para las elecciones del año entrante. 

La memoria del magnicidio de Miguel Uribe debería bastar para entender que la política sin respeto y acuerdos es apenas otro rostro de la violencia. Eso ya lo sabe perfectamente el país que ha vivido y sigue hundido en dolorosos y calamitosos episodios. 

Si no cambiamos el tono y la forma, seguiremos mereciendo, con dolorosa vigencia, la sentencia que Darío Echandía dejó como advertencia: Colombia no puede —ni debe— comportarse como un país de cafres.


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