Una cantidad de anuncios que utilizan verbos que provocan más expectativa que realidad, requieren ser modificados por órdenes precisas, fechas definidas y determinaciones concretas en cuanto a la definitiva reapertura de la frontera colombo-venezolana, después de un largo tiempo de fricciones, cierre y restricciones.
Folclorismo es el calificativo al que habría que apelar para tratar lo relacionado con la anunciada ahora sí puesta en operación del puente de Tienditas, megaobra por la que ambos países lucharon y a lo largo de tres décadas, pero que a raíz de la ideologización y de las relaciones diplomáticas se quedó ahí sin uso alguno.
Y es que este viaducto binacional en el que se invirtieron unos 35 millones de dólares es como la bandera de todo lo que tiene que ocurrir para que la actividad en la frontera entre Táchira y Norte de Santander vuelva a ser la más dinámica de América Latina.
Se había venido insistiendo en que a mediados del presente mes el paso por el puente quedaría totalmente reabierto. Sin embargo este puede considerarse como un mensaje errado o una comunicación no adecuada, puesto que de lo que se trata es de la habilitación y preparación para abrirlo y, a su vez, activar otros procedimientos que han estado paralizados.
Producto del centralismo de Bogotá y Caracas, que ha primado en esta nueva fase para el restablecimiento de los lazos integracionistas colombo-venezolanos, persiste un teléfono roto que no permite una coordinación adecuada para los ordenados procedimientos que se necesitan en este tipo de acciones diplomáticas, consulares, comerciales, de logística aduanera y de transporte y de regulación del paso organizados de personas, así como de las garantías de seguridad.
Aquí sí hace falta que la región juegue un papel de mayor trascendencia en esa tarea, incluso, y esto no es pidiendo burocracia o extensión de la nómina oficial, que un hijo o hija de Norte de Santander estuviera dentro del alto gobierno como consejero o asesor en materias fronterizas, en lo cual aquí sabemos bastante.
Es que hay tantos asuntos que tal vez, para quienes ocupan ministerios en las ciudades capitales parezcan minucias o asuntos sin importancia en el microcosmos fronterizo, pero que al llevarlos al plano de esta interrelación resultan siendo vitales para la gente de la zona binacional.
Por eso es evidente que ojalá la fecha del primero de enero de 2023, que además es un domingo, realmente se produzca “completamente” la reapertura de la frontera terrestre. ¿Será que es suficiente este tiempo que resta? ¿Ya se hicieron los trámites respectivos para tratar aquellos asuntos que son relevantes para ese libre tránsito?
Es válido volver a pedir claridad sobre la forma en que se evitará la salida hacia Venezuela de la gasolina subsidiada, cuando lleguen los carros y motocicletas procedentes de ese país. ¿Tendrán estaciones especiales para ellos a precio nacional? Y, ¿el SOAT y la revisión técnico-mecánica, qué?
¿Ya hay un sistema especial para regular el acceso masivo de vehículos al área metropolitana de Cúcuta y hasta dónde podrán circular en Norte de Santander? Eso no puede dejarse sin especificar. Y lo mismo qué ocurrirá de aquí hacia el Táchira.
Lo mejor que pueden hacer ambos Estados es que todo se reactive dando un tiempo prudencial pero necesario con el fin de evitar tantos anuncios que al ser trasladados en el calendario lo que provocan es inconformismo o complicaciones en aspectos como el arancelario y de control y cierre total de las trochas, por ejemplo.
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