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Editorial
Dólar disparado
Los empresarios con deudas en dólares sufren una sobrecarga en los costos, los alimentos importados al subir de precio desaparecen o se hacen menos abundantes a la hora de mercar.
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Viernes, 21 de Octubre de 2022

Una cosa es ser senador, otra ser candidato y una muy distinta es ser presidente de la República. Por eso hay que andar con mesura  para no generar incertidumbres internas que en los mercados se terminen interpretando con una escalada incontenible del dólar.

Tumbar las barreras de los $4.700 y $4.900 para dirigirse la divisa disparada hacia los $5.000, con riesgo de seguir de largo, avizora temporales económicos de los que nadie escapará.

La inflación, el desempleo, el encarecimiento de la deuda externa pública y privada y la posibilidad del cierre de empresas, cobran fuerza al ritmo de la desbordada devaluación, lo cual terminará ahondando el hambre y la pobreza extrema.

La incertidumbre ahora pasó a convertirse en impaciencia y zozobra porque el peso colombiano marca una devaluación del 25,75 por ciento en el año completo, y  del 19,16 por ciento en lo corrido de 2022, de acuerdo con los datos del Banco de la República.

Los empresarios con deudas en dólares sufren una sobrecarga en los costos, los alimentos importados al subir de precio desaparecen o se hacen menos abundantes a la hora de mercar, y con el riesgo adicional de la famosa fuga de capitales.

Este último hecho es un grave golpe a la inversión porque muchos buscan protegerse de momentos de recesión en lugares que ofrezcan mejor rentabilidad y al mismo tiempo se cubren de los pocos niveles de confianza generados por el Gobierno.

Internamente, es recomendable que se precise bien qué es lo que realmente se quiere hacer en el sector energético, cuyas exportaciones entre enero y julio de 2022, según el DANE, en combustibles y productos de las industrias extractivas fueron de 19.742  millones de dólares, equivalentes a un aumento del 98,8 por ciento frente al mismo periodo de 2021.

Si todas esas divisas entran por ese renglón, es obvia la inquietud no suficientemente precisada a los acreedores internacionales, sobre la fórmula para reemplazar la fuente generadora de esos recursos y poder seguir atendiendo los compromisos.

Igualmente, la reforma tributaria se ha convertido en otra suerte de elemento que no contribuye en nada a mejorar el panorama, pues ahora hasta los partidos de la coalición de gobierno están renuentes a darle su apoyo por las graves dudas surgidas sobre los riesgos que implica.

Y la ‘tormenta perfecta’, si pudiéramos llamarla así, se ha tornado complicada porque ni siquiera la aplacó la promesa del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, de una política macroeconómica responsable, de cumplir la regla fiscal, diversificar las exportaciones y no acudir al control cambiario.

Pero en cambio la volatilidad de la situación económica colombiana ya le pasó cuenta de cobro al presidente Gustavo Petro, al caer su imagen del 56 por ciento al 46 por ciento, y ser el desempleo y la situación económica el mayor dolor de cabeza de los colombianos.

Es urgente que el timón del barco se estabilice para no terminar en una profunda frustración que no será simplemente política, que es lo de menos, sino de empeoramiento de todos los signos sociales y económicos que al final del día se saldarán con un panorama nada agradable y muy similar al que han vivido otros países de la región al caer en profundas y desestabilizadoras crisis.

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