Las temporadas de descuentos no solo activan el consumo, también transforman la forma en la que se justifican las decisiones de compra. Bajo la idea de “aprovechar la oferta”, muchas adquisiciones innecesarias se validan como ahorro, cuando en realidad son gastos emocionales cuidadosamente estimulados por el marketing.
En esta época, los colombianos destinan entre $200.000 y $800.000 en regalos y celebraciones, según la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco).
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El estudio evidenció que el 36% de los consumidores va aún más allá en el gasto, especialmente en ropa, calzado y accesorios. Aunque cada quien jura que este año sí ahorrará, la realidad es que las emociones ganan la partida, porque la música, el ambiente festivo y la prima laboral activan lo que, en Psicología del Consumidor, se conoce como compras emocionales.
“Los seres humanos no gastamos solo con la cabeza, también gastamos con el corazón”, explicó el representante del Campo Psicología del Consumidor del Capítulo Bogotá y Cundinamarca del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colpsic), José Ricardo Franco Mojica.
Franco expresó que las emociones, la presión social y las estrategias publicitarias pesan más de lo que se cree. “Una promoción es buena solo si ya teníamos pensado comprar ese producto. Si no estaba en nuestra lista, no es ahorro: es un gasto disfrazado de oportunidad”, apuntó.
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De acuerdo con el psicólogo, los expertos en marketing saben de esto. Por eso, ponen los productos más tentadores justo al lado de la caja registradora o lanzan promociones “por tiempo limitado” que despiertan ese viejo “miedo a perder algo” valioso, conocido por sus siglas en inglés como fomo (Fear of Missing Out).
“El resultado es terminamos comprando el tercer suéter rojo, porque el descuento era demasiado bueno para dejarlo pasar”, resaltó José Ricardo Franco.
¿Cómo enfrentar la emoción?
- Aplique la regla de las 24 horas. El 70% de los impulsos de compra desaparece, si se espera un día antes de decidir. Si al día siguiente sigue pensando en el producto, probablemente lo necesite; si ya ni te acuerdas, felicitaciones, porque acaba de ahorrarse una trampa con moño.
- Haga una lista y cúmplala. Entrar a un establecimiento comercial sin lista es como ir a un bufé con hambre o al supermercado con el corazón roto, termina llevándose cosas que no necesitaba, pero que parecían hechas para usted. Recuerde ese viejo refrán del consumidor moderno: ‘lo bueno de ir de compras es que uno siempre encuentra lo que no andaba buscando’.
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- Diferencie entre el deseo y la necesidad. Antes de pasar la tarjeta, hágase esta pregunta: ‘¿realmente lo necesito o solo quiero sentirme bien un rato?’ La respuesta puede ahorrarle más que dinero, lo libra de la culpa o del guayabo poscompra.
- Caza hormigas. Los gastos hormiga, ese café diario o el postrecito inocente después del almuerzo, parecen insignificantes, pero al final del año podrían financiar unas vacaciones. No subestime su poder silencioso.
- Siga la regla 50-30-20. Distribuya sus ingresos así: 50% para necesidades básicas, 30% en gustos y un 20% en ahorro. Si la disciplina no es lo suyo, use el método de los sobres, que implica separar el dinero por categorías: mercado, transporte, regalos. Cuando se acabe un sobre, se acabó el gasto. Sin excusas.
El psicólogo José Ricardo Franco destacó que hacer un presupuesto emocional y financiero implica algo más que sumar y restar, es reconocer cuáles emociones hay detrás de cada compra e implica preguntarse qué se busca, ¿tranquilidad?, ¿reconocimiento?, ¿cariño?, ¿llenar un vacío? Entender eso cambia por completo la relación con el dinero.
Resaltó que gastar con intención no es ser tacaño, sino vivir con conciencia, porque el dinero rinde más cuando se usa con propósito y no por impulso.
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