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¿Cómo construir una marca personal sólida y un autoliderazgo duradero?
Descubre el enigma de La casa azul con Raquel Gómez H., una obra que desentraña los misterios del autoliderazgo y la felicidad perdurable. Lea aquí un fragmento.
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Martes, 27 de Febrero de 2024

En La casa azul, la obra íntima de Raquel Gómez H., la experta en empoderamiento y desarrollo del talento, se adentra en la búsqueda de la auténtica felicidad, desafiando la creencia común de su dependencia de factores externos. 

La autora propone un modelo de autoliderazgo duradero, arraigado en lo que ella denomina nuestra “casa azul”.

A través de un relato cercano, la autora comparte sus experiencias personales, incluyendo el enfrentamiento al duelo y desafíos de la vida. Su travesía hacia una marca personal sólida la lleva a explorar el “camino azul de un líder azul”. 

En estas páginas, presenta una metodología de liderazgo integral, abordando los pilares fundamentales del ser humano: físico, mental, emocional y espiritual.


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Gómez invita a los lectores a aplicar este enfoque en la vida diaria mediante herramientas detalladas. Su propuesta va más allá de mejorar en el trabajo y las relaciones; busca navegar la existencia con el amor como activador de energía.

La casa azul revela que un adiós puede ser un nuevo comienzo, incluso cuando duele. Este fragmento ofrece un vistazo a un modelo de liderazgo transformador que va más allá de lo profesional. ¡Descúbrelo!

La noticias

Hace cinco años tenía una vida que se acercaba a lo perfecto. Un esposo, dos hijos jóvenes adultos, una “casa de campo” en planos, el acuerdo editorial de mi tercer libro y una madre viva, con la que viajaría en un mes a Barcelona, para “puebliar” por España. 

Abruptamente mi madre enfermó, murió en cuatro meses y “mi casa” se desplomó.

En octubre del año anterior había decidido viajar a Bucaramanga, mi ciudad natal en Colombia, para visitar a mi madre y entregarle un regalo anticipado. Siempre he creído que, cuando planeamos un viaje y ya el boleto de avión está comprado, el viaje inicia en nuestra mente, y el regalo comienza en nuestra ilusión interior. La alegría empieza a vivir y crecer en nuestro cerebro, y cada día hay un motivo para hacer algo de esa nueva lista de cosas pendientes. 

En esta ocasión estaríamos casi un mes dedicadas a conocer, explorar y recorrer pueblos y lugares favoritos de España. Este era uno de esos planes que se conversan muchas veces alrededor de un café, o sentados felices en un banco de la cocina; lo recreamos, nos hacía felices pensarlo y quedamos en ponerle la fecha. 

Ahora, con el tiquete reservado, la emoción nos alimentaba y las ideas llegaban: ¿y si hace algo de frío? Tal vez deba llevar un saco ligero en vez del que había pensado, ¿y si salimos a cenar una noche? De pronto debo llevar un bonito pantalón negro, que no se arrugue. 

Y qué tal si reviso en internet lugares con encanto que no debo dejar de conocer, y qué magia repasar la historia de esos sitios para rememorar todo, con la emoción de que pronto lo tendré frente a mis ojos. 

Son tantas las cosas por hacer en torno a un viaje para el que se cuentan los días que la vida se llena aún más de vida.


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Por eso muchas personas hemos hecho viajes pensando en la oportunidad de sanar, en olvidar algo o a alguien, en regalarnos ilusión, emoción. Eso mismo deseaba para mi bella madre, que aún sin planes de viaje cercanos, era pura vida.

No tuve una madre corriente. Era un ser humano esforzado y valiente. Desde niña la admiré. Siempre llena de ilusiones, trabajadora, dedicada, sobresalientemente bonita por fuera y por dentro; era una mujer con carácter para decidir sobre su vida, e inmensamente generosa y abierta para ayudar a los demás. Mi madre era muy activa, madrugadora, cuidaba su físico y su salud.

Una lectora incansable y con actitud de aprendiz continua. Estudiosa, curiosa y una gran anfitriona. Siempre estaba rodeada de amistades y círculos de estudio. Un grupo de literatura, uno de meditación, el de clases de yoga… Asistía a encuentros y foros de bienestar y belleza de la piel, que había sido su foco laboral por varios años, y hasta fue dama voluntaria de la Cruz Roja.

Viuda por sus últimos treinta años, a uno de celebrar sus ochenta, y con el pendiente de un viaje juntas que siempre habíamos querido hacer.

Grabé en mi celular el video de mi madre recibiendo la sorpresa del tiquete en físico que mandé hacer. Venía guardado en una caja grande y bonita, llena de papelitos, de esos que generan más expectativa hasta llegar a la caja final, donde estaba el boleto a Barcelona, con fecha de febrero del año siguiente.

En el video y en mi mente quedó grabada la expresión de su cara, que reflejaba sentimientos encontrados. Con una sonrisa amplia de felicidad miró su regalo, se llevó las manos a la cara y me dijo, “¡Ojalá lo pueda hacer!”.

Yo quedé en suspenso con esta respuesta. Era completamente inusual en mi madre, que siempre estaba lista para los viajes y no veía inconveniente alguno en embarcarse. Su sorpresa y emotividad se vieron debilitadas con algo que ella presentía.

Llegó enero y mi madre se alistó para unos exámenes de rutina, debido a un cansancio nuevo que empezaba a sentir y decidió averiguar su origen antes del viaje. Me llegaron sus resultados en un pantallazo, vía chat. Los envié directamente a mi médica de confianza, quien me expresó con sinceridad, “Es grave, tu mamá tiene cáncer y está en etapa avanzada. Siento mucho decírtelo.


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Habla con sus médicos, tal vez alcancen a viajar juntas y regresar”.

Ahí comenzó el viaje más inolvidable de mi vida con mi madre. No fue a Barcelona. Fue un viaje del alma de madre e hija que, en circunstancias normales, pocas veces logramos hacer.

Como suele suceder, hacemos planes y nos sentimos dueños absolutos de ese poder, pasando por alto que, más arriba de nosotros, hay otros planes que la vida sí o sí nos pondrá enfrente.

El viaje soñado por las dos cambió completamente de parajes. El tiempo de un mes se transformó en cuatro meses. El boleto ya estaba comprado más arriba del cielo. Y yo, sin saberlo, también estaba comenzando el viaje más profundo al centro de mi ser.

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