La última encuesta de Seguridad y Convivencia del Dane reveló que Cúcuta es la ciudad de Colombia con mayor percepción de inseguridad. Concretamente, el 71,9% de los encuestados aseguró sentirse inseguro, mientras que en el país, los que se sienten inseguros alcanzan el 39%. Este indicador sobre la ciudad, no dista mucho del revelado por la última encuesta ‘Mi voz mi ciudad’, del programa Cómo Vamos: en el 2020 el 83% de los cucuteños aseguró sentirse inseguro.
Según las autoridades municipales y de Policía, estos preocupantes indicadores están directamente relacionados con la situación de pobreza, desempleo, informalidad y con la migración de venezolanos, lo que hace de esta ciudad una plaza compleja para la seguridad. Pero, ¿qué tanto ha variado este indicador sobre seguridad, y qué tanta relación tiene con otras variables como el optimismo y el orgullo que sienten los cucuteños por su ciudad?
Desde el 2014, la encuesta del programa Cúcuta Cómo Vamos ha medido distintos indicadores que permiten construir un panorama de la percepción de los ciudadanos frente a distintos aspectos de la ciudad. Aunque hubo un cambio de metodología en las encuestas a partir del 2019, lo que no permite hacer una comparación exacta de los resultados, La Opinión tomó la variables de optimismo, orgullo por la ciudad y percepción de inseguridad, para analizar cómo se han comportado en los últimos seis años.
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Al analizar los resultados, se encuentra que entre el 2014 y el 2018 el optimismo de los cucuteños cayó 19 puntos: en el 2014 el 49% de los cucuteños aseguró que las cosas en la ciudad iban por buen camino, mientras que el 2018, el 30% pensaba de esa manera. Si se analiza el dato de la encuesta del 2020, este indicador se ubicó en el 14%, evidenciando un estado de ánimo de los ciudadanos, posiblemente relacionado con los efectos de la pandemia.
En lo que se refiere al orgullo, los resultados de las encuestas reflejaron una situación similar: en el 2014 el 72% aseguró sentirse orgulloso de su ciudad, pero para el 2018, último año en el que la encuesta incluyó este indicador, la caída fue de 24 puntos porcentuales, donde los orgullosos fueron el 48% de los encuestados. En contraste con estos indicadores que fueron en descenso, la percepción de inseguridad ha ido en aumento desde hace seis años, indicando que algo está fallando en la manera como los ciudadanos perciben las estrategias para abordar este asunto en la ciudad.
En el 2014, solo el 23% de los encuestados aseguró sentirse inseguro en la ciudad, mientras que el 2018 este indicador alcanzó el 34%. En la última medición, con una metodología distinta, el resultado abrumador: el 83% de los cucuteños se siente inseguro en la ciudad.
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La situación en los barrios es similar: mientras que hace 6 años solo el 12% se sentía inseguro en su barrio, en el 2020 el 90% se siente de esa manera. Para Mario Zambrano, director del Programa Cúcuta Cómo Vamos, entre los temas de percepción hay varias cosas que pesan en la gente. “Cuando hablamos del optimismo, este sentimiento está anclado a dos factores: el tema del empleo y las condiciones económicas, y en estos frentes hay una afectación bastante fuerte, pues en la última encuesta más del 60% dijo que alguien de su hogar perdió el empleo en la cuarentena. Encontramos que las condiciones económicas en la ciudad han venido deteriorándose no solo en términos de percepción sino en términos reales. En cuanto a seguridad, a medida en que se deteriora la percepción, el optimismo va cayendo vertiginosamente, pues es claro que cuando la gente se siente menos segura se vuelve más pesimista”.
Para Francisco José Unda, gerente regional de la Andi, los datos que arroja la encuesta son inquietantes y responden a una percepción de la ciudadanía que vale la pena cruzar con los indicadores o estadísticas que tiene la región, para entender que responden a los procesos de mediano y largo plazo que venimos afrontando en las zonas de frontera.
“El quiebre fuerte de estos indicadores se da en el 2016, año en el que empieza a ser una realidad el cierre de la frontera y hay un cambio importante en el devenir de una ciudad que había utilizado la frontera para vivir económicamente o para aprovechar el mercado venezolano para vender. Hay un cambio económico que impone el cierre y la ruptura de relaciones que hace que la región lleve ya un tiempo buscando su nuevo funcionamiento. Como agravante hemos tenido varios cambios de orientación frente a la situación de la frontera en los últimos cuatro años, que se perciben como el cierre de las oportunidades que siempre tuvo y conoció la región”.
Para Unda, no es posible esperar unos resultados distintos de estos indicadores si no se trabaja conjuntamente en crear un camino distinto al de depender de la frontera.