Me habían sugerido que, como primera columna dedicada a temas de género en La Opinión, indagara en torno a cuál es el gran debate de esta agenda en la región y evitara los caminos de lo coyuntural. Y así intenté, exactamente tres noches frente al ordenador tratando de abstraer y evitar enfocarme en, lo que sí es, la gran preocupación de muchas y muchos en la ciudad: la situación de seguridad de las mujeres adultas y menores de edad en Cúcuta y su área metropolitana en relación a los reportes de desapariciones en las últimas semanas, entre ellos los contribuidos por nuestra organización. No menciono algo desconocido, nuestras redes sociales, medios de comunicación y conversaciones cotidianas dan testimonio de nuestra sensación de impotencia y desprotección frente a estos hechos: fotos de mujeres, la gran mayoría menores, cuyas sonrisas congeladas contrastan con el desespero de sus seres queridos al no saber de su paradero e integridad.
Entregada la información que generamos, elevamos un llamado a la institucionalidad para proceder con celeridad e integridad en las investigaciones respectivas, por lo que en este espacio deseo concentrarme en un argumento empleado por funcionarios públicos, agentes de fuerza pública y ciudadanía en general para desvirtuar las alertas: aquel que refiere a que estas “jovencitas” salieron voluntariamente de sus hogares, probablemente tras alguna figura masculina, por ende sólo no refieren a procesos que no deben ser indagados por los entes de justicia y protección, además legitima cualquier exposición a las violencias que puedan recibir e invisibiliza lo que ocurre dentro de los hogares que pueda constituirse como factores de expulsión. ¿A qué me refiero? 40% de los casos registrados por nosotras ocurrieron en las comunas 6, 8 y 9, sectores donde hemos registrado un alto índice de violencias de género en el ámbito intrafamiliar, principalmente violencias físicas y psicológicas, como identificamos en nuestro Boletín No. 2. De ser así, alarma el hecho de que las familias no son escenarios que garanticen la seguridad de las mujeres, en estos casos principalmente menores de edad, empujándolas a tomar decisiones arriesgadas a fin de proteger su integridad. Siendo así, la sanción no debería recaer en ellas, sino en las condiciones que propiciaron su huída y aquellos responsables. Esta situación por dolorosa que sea no es nueva, han sido múltiples ocasiones en las que organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos de las mujeres hemos mencionado que las violencias contra ellas son principalmente cometidas por personas cercanas a la víctima, aquellos quienes componen su núcleo familiar: parejas, padres, padrastros, hermanos, abuelos, tíos o primos.
Esta es una hipótesis que no debe descartarse por parte de los entes competentes ya que, si bien los pronunciamientos institucionales mencionan que no cuentan con denuncias de esas desapariciones, la Ley 1257 de 2008, que tipifica la violencia contra las mujeres en el ordenamiento jurídico, es muy clara que no debe haber una denuncia formal puesto que las autoridades judiciales deben proceder de oficio ante casos de conocimiento o sospechas de violencias. Es por eso que los llamados oficiales de calma emitidos la semana pasada, no solo generan escozor por el incumplimiento de sus obligaciones, sino que generan preguntas tales como: de haber procedido debidamente ante posibles escenarios de violencia intrafamiliar, ¿habrían podido prevenirse estos casos? ¿Qué se está haciendo, de manera articulada, para que proteger a las mujeres, restablecer sus derechos y prevenir estos escenarios? Al señalarlas como “jovencitas” que salen tras sus novios, no solo anulan cualquier panorama previo de vulneración de derechos que pudo haber empujado a tal decisión y cualquiera posterior, también reitera la lógica de que hay que tratar nuestra palabra, vivencias y sufrimientos con sospecha. En fin, ¡qué escenario tan alejado a lo que añoramos en estas fechas que conmemoramos el 25 de noviembre como día internacional por la eliminación de las violencias contra las mujeres!