“El no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos”; esta frase de Bolívar a Rafael Urdaneta, un mes antes de morir, resuena en nuestra historia. No fue la última vez: se repitió entre Núñez y sus contradictores, entre López y Laureano, entre Uribe y Santos; y queda por ver entre Petro y quién sabe quién más.
Laureano Gómez y Alberto Lleras si se “compusieron” en Sitges, creando la base para el Frente Nacional y muchos años de paz, tras la violencia originada en los 40 y 50. Muchas críticas recibió el Frente Nacional, siendo la más acertada la de haber adormecido a los partidos. Aunque esa era la intención, no lo fue en el sentido que acabó teniendo: los adormeció con una poción de politiquería y corrupción, que poco a poco alejó a sus miembros electos de las necesidades del pueblo.
“Colombia funciona mejor cuando hay acuerdos”, sentenció desde hace tiempo el profesor Fernando Cepeda Ulloa. Y sí, el Frente Nacional duró verdaderamente hasta que Uribe declaró la traición de Santos por haber llevado a Chávez a la Quinta de San Pedro Alejandrino. Ahí comenzó la historia de Farc-Santos, que dejó herida la paz en el plebiscito para su ratificación. Y, obviamente, ganó Duque, quien al llegar por el Centro Democrático debía seguir la directriz de hacer trizas la paz.
Resultado: tampoco se redujeron las 200,000 hectáreas de coca, y se envalentonó a la población que quería la paz porque vive en territorios de guerra, allanando el camino para Gustavo Petro.
Hoy sigue en marcha el tema del Acuerdo Nacional, al que es mejor suscribirse, aunque nunca llegue la revista. Sin embargo, es una forma de insistir en que tenemos la disposición para sentarnos a conversar sobre las reformas, aunque se repita la historia de que las observaciones de la oposición no lleguen al siguiente borrador.
Insistir, resistir, persistir y nunca desistir. Finalmente, es un camino de vida que lleva a donde uno quiere llegar. A la apuesta del ministro Cristo, por enésima vez, vale la pena seguirle la pista y dedicarle tiempo. Finalmente, hay mucha gente razonable con quien se puede primero debatir y luego llegar a acuerdos.
Es un camino que también debe permitir una concertación entre el siguiente gobierno y la izquierda, para evitar la confrontación en la calle, que parece ser lo que vendría. Siempre empáticos, siempre abiertos, siempre dispuestos a debatir y a buscar acuerdos. Que no nos quede el remordimiento de Bolívar, que seguramente también sintió Santander.
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