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Un candidato perfecto
Eso es lo que me gusta a mí de las campañas políticas. 
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Jueves, 24 de Mayo de 2018

El tiempo vuela. Llegaron las elecciones. Y lo más grave es que, a tres días de salir a votar, aún hay mucha gente que n s/ n o, no sabe, no opina. No fueron suficientes varios meses de perifoneo a todo volumen por las calles, de debates por la televisión, de encuestas y análisis de los politólogos, de manifestaciones con plazas llenas y plazas vacías, de p p p por todas partes (publicidad política pagada), de afiches en muros y paredes, de fotos a todo color en árboles y postes, y de trinos y ofensas y mentiras por las redes sociales. 

Eso es lo que me gusta a mí de las campañas políticas. El ajetreo, el movimiento, las fuentes de trabajo que se abren, las perspectivas que aparecen, las esperanzas que renacen como cada cuatro años.

En época preelectoral todo el mundo gana. Ganan los programas de radio y sus locutores. Ganan los noticieros de televisión y sus presentadores. Ganan los dueños de muros y fachadas a quienes les pagan por permitir que le embadurnen su casa con mensajes de los candidatos. Ganan las imprentas grandes y las tipografías pobretonas. Ganan los que graban las cuñas publicitarias. Ganan los líderes de barrio, que reciben buena marmaja para que repartan, pero ellos se quedan con una buena porción, para que se cumpla el refrán: “El que parte y recomparte, se queda con la mejor parte”.

Ganan los que se voltean de grupo o de partido, porque las volteadas cuestan caro. Ganan los que organizan reuniones en sus casas o en parques o en callejuelas. Organizar es buen negocio. Ganan los que venden su voto y el de su mujer y el de su suegra al mejor postor, y los que les venden el voto a varios candidatos.

¿En qué otra época circula tanto dinero en rama, en bolsas negras de esas de echar la basura? En qué otra época hay comida en muchas casas donde casi siempre escasea?

Me gustan las campañas electorales porque sale uno de esa rutina diaria que carcome y que oxida por dentro y por fuera. En estas temporadas se ejercita la facultad tan humana de decir mentiras y de engañar tontos y de inventar soluciones.

Pero bueno, todo tiene su fin.  Como parece que sólo habrá una vuelta, según dicen los que saben, ya no habrá, entonces, más campaña. Es una verdadera lástima.
   
Pero volviendo al comienzo, es hora de tener ya definido el candidato por quién votar. No hay que dejar todo para última hora. Yo, por mi parte haría un solo candidato con las virtudes de todos los que están en el partidor. Así:
   
Me gusta el que da coscorrones. Así pondría a todo el mundo a marchar. Y no sólo coscorrones. Cuando sea necesario, que se quite la correa y agarre a sus ministros y ministras que no le cumplan, a puro rejo. Rejo para las Farc, para los Elenos, para los Pelusos, para los narcos, que son los mismos. A punta de coscorrones y lapos, creo que la cosa marcha. Y tal vez hasta le marche la maquinaria, porque hasta ahora no le ha marchado.
   
Me gusta el de los aguacates. Hay que sembrar aguacates en parques y separadores de las avenidas y en los solares y en los jardines. Aguacate en el campo y en la ciudad. El aguacate es mi fruta preferida en ensaladas o en pedazos con una pizca de sal. Aguacates en cambio de petróleo, de carbón y de oro. Con la tinta de los gurapos (semilla de los aguacates) pondríamos los avisos que se necesitan: Socialismo del siglo XXI. Sin petróleo no habrá vehículos y no tendremos contaminación ambiental. Sólo habrá carretas de los que ofrecen “aguacate madurito y criollo”.
   
Me gusta el de la calle, porque la gente de la calle es humilde y limpia de corazón aunque no tanto de ropa ni de cuerpo. El de la calle no pierde las esperanzas así esté en el último lugar. Eso me gusta.
   
Me gusta el de la educación porque el bien educado se une con la izquierda y con la derecha, sin importarle el qué dirán. Con tal de ganar votos, se une con quien sea. Buen ejemplo de tolerancia, y de eso que llaman oportunismo.
     
Y finalmente me gusta ese al que le dan tochazos de lado y lado y lo calumnian y lo ofenden y le dicen marioneta. Él no responde con insultos sino con ideas. Sabe que la suciedad de las cloacas no lo salpica ni lo contamina.
   
Con esas virtudes de los cuatro principales candidatos podemos armar uno solo, y seguro que ganaría. Pero como parece que por falta de tiempo esto ya no es posible, los invito a pegarse a la mantequilla, al que tiene más gente, al que va punteando. No olvidemos que la voz del pueblo es la voz de Dios. Que así sea.

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