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Ucrania, una guerra de independencia
En la guerra ruso-finesa de 1939-1940, un caso similar al de Ucrania hoy, el ejército finlandés puso en problemas al ejército soviético.
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Sábado, 9 de Abril de 2022

Por alguna razón extraña, que me es muy difícil entender, nuestros mamertos criollos junto con los progresistas gringos, todos a una como en Fuenteovejuna, defienden el “derecho” de Rusia de tener países satélites que le sirvan como amortiguador de seguridad.

Si esa lógica nada lógica sino ideológica se aplicara en general, toda “potencia debería” tener sus satélites. Para un mamerto-progresista, obvio no, porque una cosa es Rusia y otra cosa el resto. A esto los mamertiprogresistas lo llaman real-politik, realidad política. Y cuál es la realidad que hay que aceptar, Rusia está muy lejos de ser una potencia económica; es un país de ingreso medio. Sacando China sus aliados se componen de países parias: Cuba-el ALBA, Siria, Corea del Norte y similares.

Es una potencia militar de baja tecnología que se destaca por su poder nuclear esencialmente. El ejército rojo se ganó la fama de invencible en la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las purgas masivas (asesinatos) que Stalin hizo al ejercito zarista, que lo dejo sin una oficialidad capacitada en asuntos militares y llena de comisarios políticos, más fanáticos que capaces.

En la guerra ruso-finesa de 1939-1940, un caso similar al de Ucrania hoy, el ejército finlandés puso en problemas al ejército soviético y aquellos debieron negociar luego que la dejara sola occidente, lo que parece ser una vieja costumbre que persiste. Stalin pudo contener al ejército alemán por dos razones: por el abastecimiento que Occidente prestó a Rusia en alimentos, armamento, logística y pertrechos y por la poca importancia que Stalin daba a la muerte de soldados y civiles.

En la fase aguda de la guerra morían 10 rusos por un alemán y para finales de la misma la relación era de un alemán por dos soviéticos. La Unión Soviética no tenía el musculo industrial para pelear contra Alemania y de no ser por Occidente y en particular por Estados Unidos, y no hubieran resistido a pesar del gran “aporte” en vidas humanas. A Stalin, el antiguo seminarista ortodoxo no le importaba que la gente muriera, mientras alcanzara sus objetivos. Matar a uno es homicidio, matar millones es estadística, era su lema.

El ejército rojo fue expulsado de Afganistán y ahora se empantana en Ucrania, país que siempre ha estado condenado a depender de Rusia, pero que siempre ha querido ser libre; como muchas otras repúblicas soviéticas vio en los alemanes la salvación del yugo comunista, hasta que se dieron cuenta de las verdaderas intenciones hitlerianas. Y hoy los mamertos de todos los países quieren entregar una vez más a Ucrania como satélite ruso, argumentando el riesgo de una guerra nuclear.

Una guerra nuclear es la opción suma cero, desesperada, pero iniciarla requiere de la participación de muchos y no sé qué tanto le quieran jugar los dirigentes rusos a un demente como Putin y mucho menos la nueva oligarquía. Activar el plan nuclear lo haría Rusia sólo si ve una amenaza inminente a su país, lo cual no es la realidad actual.

Pero que Occidente acepte entregar un país para evitar un conflicto nuclear, solo daría fuerza al invasor para “reclamar” más territorios: Moldavia, los países bálticos o Polonia. ¿Hasta dónde podría llegar un progresista “regalando” lo que no es suyo?

Rusia es un país pobre, sin musculo financiero para sostener una guerra larga y por eso las bravuconadas de guerra nuclear que Occidente no debe aceptar pues sería darle oxígeno al autócrata.

Esta es la oportunidad para que se elimine esa amenaza, pues al no llegar con victorias a casa, es posible que los mismos rusos busquen su derrocamiento. Seguir el juego mamerto de la real politik es acercarnos cada vez más a una escalada bélica, no alejarnos como creen los ideologizados progresistas. Ucrania lucha una guerra de independencia y es hora que Occidente abandone su corriente progresista y pare a Putin antes que esa política de apaciguamiento mamerta nos ponga en camino a un punto sin retorno.

 

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