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¿Sí habrá paz?
No olvido que todo empezó en unos funestos años en que un partido se empeñó en perpetuarse en el poder.
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Viernes, 20 de Noviembre de 2015

Soy uno de los optimistas que creemos que al fin, luego de 60 años de tragedia, veremos la luz de la paz, perdida en vísperas del bogotazo, cuando los colombianos fuimos arrastrados a una época de violencia, crimen y atropellos.

No olvido que todo empezó en unos funestos años en que un partido se empeñó en perpetuarse en el poder, por medio de las armas, la dictadura y la violación de todos los derechos.

Habrá quienes no compartan mis ideas, pero la verdad está en la historia, que ha sido mayoritariamente escrita por personalidades interesadas en mostrar solo una cara de la moneda.

Pero la verdad es tozuda.

Yo era un niño cuando mi padre, gerente y corresponsal de la United Press, agencia internacional desaparecida, enviaba sus despachos a la oficina de prensa de la Presidencia para que un censor le tachara lo que no le gustaba y autorizara la transmisión del resto.

Eso no ha vuelto a ocurrir y ahora vemos, a veces con asombro, los abusos de algunos periodistas a quienes les parece muy profesional escribir toda clase de sandeces y darles micrófono a irresponsables que le ponen el pelo de punta a los colombianos.

No existe responsabilidad de la prensa y ese factor permite que se digan inclusive calumnias sobre el Papa y mentiras contra el presidente Santos, quien fuera mi compañero de trabajo y a quien conozco desde que era cadete naval.

El conocimiento sobre Santos y su padre, el viejo Enrique, me permiten rechazar todas las absurdas versiones sobre el cuento de que el presidente está de acuerdo con la guerrilla para entregarle el país.

Estoy seguro de que eso no es así, por una sencilla razón: el presidente es un demócrata liberal, de esos que ya no hay en Colombia.

Es más: el hombre podría ser calificado de conservador, amigo de la iniciativa privada, del catolicismo y seguidor de los postulados de Fe y Dignidad que eran los lemas de su gobierno.

Pero en política todas las mentiras son válidas.

En Inglaterra, por ejemplo, los diarios amarillistas dicen inclusive que Lady Di fue asesinada por su marido, el cornudo príncipe Carlos, quien es incapaz de matar una mosca.

Sin embargo, en la patria de Shakespeare ha aparecido una moda periodística que todo lo permite, con tal de vender unos ejemplares. Aquí no pasa lo mismo pues la prensa amarilla no ha tenido mucha suerte: el semanario Clarín, que era de propiedad de mi padre, desapareció por falta de avisos y exceso de censura.

Volviendo al tema: muchos periodistas están dedicados a lanzarle piedras a la paz.

Todos los días se leen columnas y se escucha a personajes de la derecha, que la emprenden contra los intentos presidenciales de finiquitar el conflicto.

Se le buscan toda clase de defectos, como si este país hubiera sido perfecto, se dice que el país va a ser entregado al castrochavismo, una ideología que no tiene ni siquiera para darle leche a los venezolanos, se sostiene que Santos es un comandante guerrillero, se critica que el vicepresidente Vargas Lleras inaugure una carretera con olvido de que en la seguridad democrática no se hizo ni un kilómetro de pavimento, se lanzan todo tipo de mentiras sin fundamento porque los periodistas no cumplen con la obligación de comprobar  las versiones, se le entregan micrófono y computador a principiantes, no se tiene cuidado en comprobar las noticias. Se demuestra, en fin, la necesidad de un estatuto de prensa que haga responsables de lo que digan a mis colegas. No hay que olvidar que muchos de ellos son fieles seguidores del ministro de propaganda de Hitler, quien decía que mientras más gran de fuera la mentira más la creían las personas. Eso fue tan cierto que cuando los rusos ya estaban en Berlín los alemanes seguí
an creyendo que estaban ganando la guerra.

La proliferación de críticos, muchos de los cuales tienen intereses personales, me lleva a pensar que la paz está tan cerca que produce erisipela a quienes se benefician con la guerra, como cierto exministro que se convirtió por arte de magia en periodista radial o el esposo de congresista uribista, quien se beneficia de los cuantiosos recursos de los viáticos parlamentarios. También hay periodistas que fueron dueños de desaparecido noticiero de televisión y fueron llamados en años anteriores ‘’los viudos del poder’’ y que recibieron nombramientos en el exterior. En fin, no todos los críticos son tan imparciales como deberían serlo, pero eso es lo que produce la tierra. Gracias a Dios aquí no se ha producido todavía ningún Maduro. Tenemos brutos, pero no tan brutos, gracias a Dios. Si ese es el mayor representante de la izquierda, líbrenos, señor de caer en esa ideología.  GPT

 

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