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Columnistas
Se nos acabo la pared como al borracho
El Estado no puede ser omnipresente ni elefantiásico; debe estar controlado.
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Sábado, 1 de Febrero de 2025

Un borrachito se va sosteniendo de una pared, hasta que al final, cuando termina, se cae. Este viejo dicho ilustra lo que pasa cuando se está acabando la oportunidad de tomar decisiones.

Es lo que nos pasa hoy en Colombia con el gobierno Petro. Bien sea por sus adicciones o porque su personalidad, definida por Moisés Wasserman como narcisismo paranoide, le hace comportarse de manera errática o porque tiene un plan con el chavismo para imponerlo en Colombia, que explicaría guerras como la del Catatumbo, se nos acabó la pared.Hay que actuar, pues las circunstancias se aceleran de tal manera que se pone en riesgo, fatal esta vez, la institucionalidad y la economía.

Lo primero es que no hay tercera vía, como no hay cuasi-embarazo. La tercera vía siempre gira a la izquierda; para la muestra la administración Petro, que se consolidó en el petrosantismo. Solo hay dos vías: la izquierda y su modelo autocrático y de estado mafioso, o la defensa de la democracia, incompleta como ha sido la colombiana, en sus valores reales, no en la definición progresista-wokista. No hay un “poder popular”, solo hay tres poderes independientes: ejecutivo, legislativo y judicial. No hay desarrollo sostenible en el marco de la agenda 2030 de Naciones Unidas, solo hay desarrollo económico socio-ambientalmente sostenible en las realidades del país y no en los postulados de agencia multilaterales de corte progresista.

El Estado no puede ser omnipresente ni elefantiásico; debe estar controlado. La libertad individual, no la que otorga el estado o los nuevos inquisidores del progre-wokismo y el imperio de la ley, debe ser el norte de la sociedad colombiana. Quitarnos la camisa de fuerza de la jurisdicción tradicional es una necesidad.

El monopolio de la fuerza debe estar en manos del estado, por primera vez, y debe eliminarse la jurisprudencia de defensa de las diferentes “resistencias” y que las fuerzas del orden sean colocadas al nivel de los criminales. Ante un ataque de las guerrillas, las primeras líneas y las milicias indígenas, debemos responder como sociedad defendiéndonos; si las fuerzas militares muestran estar cooptadas por el progresismo y no defienden la democracia de esos grupos narco-criminales, las fuerzas de reserva militar y civil deben salir a enfrentar este reto de existencia.

No podemos jugar a la legalidad, como hemos hasta ahora jugándole al progresismo, que ahora nos amarra las manos, pues cuando estemos siendo rehenes de un regimen totalitario, nadie va a alabar nuestra juridicidad. Y si las altas Cortes el van a ser leales al tirano en potencia, también ellas deben ser declaradas enemigas. En sus manos está que el pichón de tirano quede en evidencia o que ellas queden en evidencia.

Debemos exigir un cambio de modelo político hacia un país descentralizado donde el presidente no sea el nuevo príncipe despótico del país. Y para ello necesitamos un regimen parlamentario, donde verdaderos partidos políticos y no asociaciones para capturar el estado, desarrollen un verdadero modelo de gobierno-oposición. Todo esto lo debemos hacer ya.

Desde lo local y lo regional no podemos seguir permitiendo que a las alcaldías y gobernaciones sigan llegando subalternos de poderes mayores, ni los más ineptos e incapaces, ni los arrodillados ante el estado nacional. La descentralización debe mentalizarse desde las regiones; llevamos muchas décadas haciendo planes de gobierno local y regional que dependen del principito. Pero para ello se requiere gente que cumpla las tres condiciones de Sallenave: saber, saber hacer y hacer. Es decir conocimiento, experiencia en ejecutar y manejo de equipos de trabajo de alta competencia, y carácter, para que logre materializar los proyectos. Y entender que eso lo hace una sociedad civil organizada, no un político iluminado.

Empezamos la cuenta regresiva a 2026 y el petrosantismo aliado con el chavismo ya mostró sus cartas; ahora nos toca jugar a nosotros. Se acaba el tiempo y se puede perder la oportunidad histórica. Identificar bien los enemigos es el primer paso.


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