Usualmente y durante más de dos décadas, la gerencia del periódico La Opinión, muy generosamente me ha permito expresar criterios relacionados con movilidad, como quiera que en algún momento de mi vida pude aprender sobre el tema y de ahí mis inquietudes y críticas hacia los administradores de la ciudad.

Hoy quiero poner de público conocimiento mi preocupación sobre una situación que desde hace más de un año viene advirtiendo la autoridad ambiental, pero que muy poco eco ha tenido en la ciudadanía en general.

¡Se acaba el agua! Es cierto, pero nadie quiere creerlo.

Nuestro río Pamplonita agoniza no solo por las condiciones climáticas sino por las pésimas costumbres ambientales de todos los que habitamos sobre el recorrido de dicho río si es que así puede llamarse a hilo de agua por el que pasan debajo del Puente Elías M. Soto equivalente a escasos cien o ciento veinte litros de agua por segundo cuando debieran pasar más de mil quinientos por lo menos, reduciendo las posibilidades de vida en los seres vivientes aguas abajo y como complemento la imposibilidad de disolver la inmensa carga orgánica como que a diario se descarga a lo largo del río y cuyas posibilidades de tratamiento distan del interés de los candidatos a la alcaldía puesto que tan solo un reducido grupo de aspirantes estuvieron presentes en el foro que organizó Corponor para indicarles las rutas que deben atender en su administración en los cuales el componente ambiental debe ser uno de los más importantes.

Estoy seguro que ninguno de ellos sabe que para el año 2018 la planta de tratamiento de aguas residuales de Cúcuta, debe estar construida y en funcionamiento y que a la fecha no se vislumbra solución alguna a tan gigantesco problema.

Pero hay algo que realmente indigna y es la irresponsabilidad de muchos usuarios que por el hecho de tener ingresos muy superiores a la media aritmética de cualquier ciudadano, derrochan el agua en riego de plantas, lavado de vehículos y los más grave del asunto, en el municipio de Los Patios, que será el primero en sufrir el rigor de falta de agua; existen casas adecuadas para caballerizas y las mismas realizan el baño de los semovientes con agua potable según lo manifestó un operador de acueducto de es municipio, lo cual se constituye en una verdadera amenaza para los ciudadanos que allí residen puesto que en vísperas de racionamientos fuertes de tres a cuatro días por semana, los propietarios de estas casas habitadas por caballos desperdician el agua que es de todos, aspecto que debe ser atendido por la autoridad municipal toda vez que esos sitios son un secreto a voces y por eso recomiendo a sus propietarios buscar municipios que ofrezcan mejores posibilidades de agua así tengan el dinero para derrocharla.

El agua se acaba y aunque lo escrito en esta columna es de mi entera responsabilidad, debo acusar el problema por todos los medios que estén a mi alcance así los responsables de diferentes entes territoriales estén ocupados en ayudar a sus candidatos.

El agua se acaba y el silencio del Consejo Departamental para Gestión del Riesgo de Desastre es sepulcral y eso es más grave aún.