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Romería en azul
Ológrafo
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Lunes, 11 de Julio de 2022

El relato bonito que se cuenta en un escapulario bordado, tradicional y muy sencillo, congrega a un país que sabe más de cantar que de decir cosas y se vuelve bueno cuando está al lado de su patrona.

Una alborada de amor (canciones, alegría, danzas, voladores, caravanas y flores) bendice a la Virgen del Carmen en cada rincón del alma nacional, con una rosa azul, o una espiga, coronadas de colibríes y mariposas.

 Y ella va ahí, en su propia romería, sumisa y feliz, humildemente colgada en los buses al lado de los perritos de felpa que mueven la cabeza, en los remos de las chalupas por ríos y cañadas, o en el colorido de las canoas en procesión.

 O se cuela en las cabalgatas de los pueblos, y en todo lo que la aclame, en la niebla iluminada por el sol de los páramos, en los cachetes rojos de pureza de los niños, en la belleza de las bandas y los bailes campesinos.

Los pájaros y los frailejones la saludan a la vera del camino: es la fiesta de la naturaleza, celebrando la hidalguía que siente una patria orgullosa de gozar el consuelo espiritual y generoso de una madre benefactora.

 Su regazo nos espera para ampararnos y protegernos, para dotarnos de ese anhelo de paz que lanzamos al viento en oraciones marianas, en los frutos de una fidelidad vigente en el júbilo de los corazones carmelitanos.

 Los colombianos somos felices llevándola en medio de la gratitud masiva, siempre en desfiles, porque a ella le gusta así, estar rodeada de una multitud de fieles que la aman y le expresan su fervor y devoción.

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