Lo que está en juego en estas elecciones es el cambio social. Se trata de elevar el ingreso de los colombianos y mejorar sus condiciones de vida de tal manera que en los próximos 4 años como mínimo hayamos eliminado la pobreza extrema en la que vive el 6 por ciento mas pobre de la población y elevado el ingreso per cápita de los colombianos entre 10 y 15 por ciento. Estos objetivos, que parecen modestos, permitirían duplicar el ingreso por habitante en 20 años. Si hay continuidad en las políticas y si logramos salir airosos de la encrucijada en la que nos encontramos, en la que un segmento importante de la población parece estar dispuesto a votar por los que prefieren la guerra, es posible que ese objetivo se alcance antes.
Entre el 40 y el 60 por ciento de las familias en Colombia no tienen lo del gasto o apenas les alcanza. El 67 por ciento de los ocupados en el campo ganan un salario mínimo o menos, y en las cabeceras el 43 por ciento de los ocupados se encuentra en esa misma situación. El mercado mensual de una familia de cuatro personas equivale al 45 por ciento de un salario mínimo. Si solamente una persona trabaja en esas familias, lo que gana le alcanza apenas para cubrir el 55 por ciento del gasto básico mensual que incluye vivienda, educación, salud, transporte, vestuario y algo de recreación. Si son dos personas las que ganan salario mínimo en el hogar pagan sus gastos, pero no tienen posibilidad de ahorrar, y cualquier compra, una nevera u otro electrodoméstico esencial tiene financiarse con tasas de interés exorbitantes.
Un objetivo deseable y válido de política económica es reducir rápidamente el número de familias que viven en esas condiciones y garantizar que por lo menos se cuente con lo del mercado y alcance para lo demás. Estas políticas contribuyen además a aumentar la demanda interna. Pero van a ser menos onerosas si la economía colombiana crece por encima de 4 por ciento anual, y si ese crecimiento es incluyente.
Los candidatos de la derecha no le paran bolas a la inclusión y le van a dar prioridad a impedir el cumplimiento de los acuerdos de paz. Los que estamos a la izquierda de ellos tenemos que hacer lo contrario porque cumplirlos es parte integral del programa de desarrollo sostenible e incluyente que se quiere llevar a cabo que tiene que partir de transformar el estado para que funcione y cumpla su función y sus promesas (hoy no lo hace), de aumentar drásticamente la productividad dela agricultura campesina y de incorporar a la producción millones de hectáreas de tierra subutilizada o improductiva, de desterrar la corrupción y dejar atrás el clientelismo, de hacer un esfuerzo sin precedentes para mejorar el ingreso de abajo para arriba, y emprender reformas estructurales para mejorar la productividad de la industria y modificar su oferta productiva. El crecimiento depende de poder aumentar la productividad, las exportaciones y la demanda interna en forma armónica para aumentar salarios y crear empleo. Este programa coincide aproximadamente con los de Fajardo, Petro y de la Calle. Lo que hace falta es escoger entre ellos el mejor calificado para ejecutarlo exitosamente. Eso es lo que está en juego, y no se le va a entregar el país a nadie.