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¿Por qué los países de base indígena son económicamente menos desarrollados?
Hay varias falacias sobre el indigenismo. Según el discurso progresista los indígenas actúan en la naturaleza sin afectarla.
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Domingo, 20 de Abril de 2025

En Suramérica, exceptuando a Brasil, el país con menos población indígena es Argentina (2,2% según el Foro Económico Mundial) y el de mayor población indígena es Bolivia (48%), seguido de Perú (12,5%) y Ecuador (6,4%). En Colombia es el 3,4%, minoría usada por el Progresismo.

Argentina hasta la llegada del filonazi Juan Domingo Perón, fue uno de los países más ricos del planeta mientras que Bolivia siempre se ha mantenido en la cola del subcontinente suramericano. Espero que este escrito no se interprete como anti indigenista, ya que solo busca mostrar como la civilización Occidental y su creación de la democracia liberal y la economía de mercado, es una sociedad más avanzada para luchar contra la pobreza que las que responden a modelos sociales ancestrales.

Hay varias falacias sobre el indigenismo. Según el discurso progresista los indígenas actúan en la naturaleza sin afectarla. Como sostiene Yuval Noah Harani en su libro Sapiens, las más grandes especies de mamíferos fueron extinguidas por grupos de cazadores nómadas. En Colombia en los resguardos indígenas se destruye bosque para sembrar y procesar coca como narcótico.

Otra falacia es que los indígenas son los pobladores ancestrales del territorio. El homo sapiens surge como especie hace unos 120 mil años en África y se empieza a expandir por el planeta, iniciando obviamente en África, pasando de allí a Asia y a Europa. A América se considera que llegaron los primeros humanos hace unos diez mil años.

Y los diferentes flujos fueron enfrentándose con otros que llegaban y así tenemos que los pueblos indígenas que encontraron los europeos en América eran quienes habían eliminado o subyugado a sus pares. En Mexico los toltecas se aliaron a los españoles pues siempre habían estado bajo la férrea mano de los aztecas. Los españoles hicieron a los aztecas lo que estos le hicieron a los toltecas. Los homo sapiens, con sus pasiones, son los mismos desde que aparecieron.

La economía, como otros campos del conocimiento, en la medida que pueda crear redes cada vez mayores, logran mayor riqueza; cuando la red se densifica, se hace mucho más compleja. Lograrlo implica que quienes no se conocen, interactúen porque tienen confianza mutua, la cual a su vez surge de contar con un imperio de la ley, objetivo y neutral.

En su libro El Origen de la Riqueza, Eric D. Beinhocker escribe: “[…] un gran avance en la Tecnología Social fue el desarrollo de un protocolo abierto para permitir a los extraños cooperar: la imperio de la ley […] Hay una poderosa correlación entre la riqueza de una sociedad y la existencia de leyes escritas con mecanismos para su aplicación y establecimiento de sentencias […] Las leyes por supuesto no reemplazan totalmente la confianza, y las sociedades puede llegar a ser disfuncionales si se rompe la confianza social y la gente sobreconfia en las instituciones legales […]”. El tejido mutuo de confianza supralegal es el cimiento de la creación de riqueza.

Las sociedades de base tribal como las indígenas crean redes económicas limitadas a su familia tribal, y aunque interactúan con terceros, lo hacen sabiendo que son “otros” con los cuales no se crean lazos de confianza. Las sociedades occidentales evolucionaron de su base tribal a estados nacionales, creando redes cada vez más complejas.

Actualmente el discurso de “lucha de clases” del Progresismo ha logrado confinar a guetos las sociedades indígenas y les han vendido su “derecho de superioridad” con respecto al resto de la sociedad por su “ancestralidad”, creando conflicto con el estado nación. Cuando ese discurso se hizo jurisprudencia, la democracia liberal se supeditó a la arcaica sociedad ancestral, con los efectos negativos correspondientes.

Los indígenas deben ser parte de la nación del país, no creerse dueños del mismo y por ende considerar a los connacionales un ejército invasor. Inclusión inteligente y no exclusión “positiva” es el camino. Es hora de reversar ese discurso progresista usado para derrotar la democracia liberal.


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