Regresa el “Pico y placa” y esta vez reforzado. Reforzado en su extensión y reforzado en el grupo de vehículos que ingresan en la medida, pero me asaltan serios interrogantes sobre la autoría de la medida por varias razones.

Una de ellas tiene que ver con el bloqueo en los dos sentidos de la Avenida los Libertadores, principal arteria vial que de una u otra forma permite la circulación de norte a sur y viceversa de un volumen significativo de vehículos, los cuales se verán obligados a colapsar el barrio San Luis como única válvula de descarga vial y de eso pronto se darán cuenta los responsables de la iniciativa, puesto será paso obligado por la Secretaría de Tránsito.

La otra inquietud es la relacionada con el conteo vehicular. No creo que a fecha se conozca el número de vehículos que transitan por cada sector neurálgico y que su resultado obligue a tomar medidas restrictivas como lo es el Pico y Placa.

Tampoco se midieron en pasadas administraciones los efectos que produce la medida en cuanto a cantidad de vehículos afectar o impactar más que otros la movilidad y de ahí que se pueda estimar los terminales de placa que por obvias razones deben tener tienen su día de parada.

El siguiente interrogante, es la manera de controlar el inmenso grupo de motociclistas no solo para pico y placa sino para hacer efectivas las sanciones por las múltiples infracciones que la mayor parte de ellos cometen a diario, si el grupo de uniformados difícilmente puede hacer presencia en algunos sitios neurálgicos a falta de semaforización.

Entonces es cuando el nuevo funcionario debe desde ya iniciar las mediciones en las principales intersecciones, de tal manera que pueda existir una evaluación de la medida adoptada con frecuencia semestral y de esta manera ajustar los planes de movilidad.

También le permitirá mejorar la información que por ley debe fluir desde la dependencia encargada de la movilidad hasta el ciudadano, incluyendo la rendición de cuentas y control político que se realiza ante el Concejo de Cúcuta.

La tarea no es fácil pero tampoco imposible y por eso las campanas de alerta deben sonar con inmediatez para que la dependencia tenga continuidad en sus acciones; porque en la medida que crezcan los problemas sociales, la informalidad será una actividad presente y en crecimiento desproporcionado.