En octubre los papás saltan matones para que sus hijos tengan su día como debe ser: con disfraz elegante y dulces al por mayor. Desde que comienza el mes se escucha el cuchicheo en la cama de los viejos, después de que apagan la luz y la naturaleza se aquieta.
-Mijo, ¿está despierto?
-Sí, no he podido dormir.
-¿En qué piensa, mijo?
-En la vida.
-¿En el NO del plebiscito?
-No, mija, eso a mí no me trasnocha. Que se trasnochen Santos y Timochenko.
-¿Entonces?
- En que ya viene la fiesta de los niños y yo no tengo para el disfraz del nuestro.
- No se preocupe, mijo, que algo se nos ocurrirá. Dios aprieta, pero no ahorca.
-Pero a veces aprieta muy duro…- El hombre le da la espalda a su mujer, indicando que esta conversación ha terminado.
Y es que la compra de los atuendos del 31 de octubre se ha vuelto un dolor de cabeza para los padres. Cada año las máscaras son más caras, los vestidos de princesa están por las nubes, el uniforme de policía ya no se consigue y las brujas se acabaron. De modo que toca hurgar en el ropero en busca de cualquier trapo, y embadurnar de colorete y talcos al muchachito y conseguirle una escoba vieja a la niña para que simule una bruja de las que volaban el otro día.
Nadie recuerda otras festividades del mes como el Descubrimiento de América, el Día del árbol, el Día de la raza, el sacrificio de Mercedes Ábrego, o el Día del ahorro. Lo importante, lo verdaderamente importante, es la fiesta de los niños, llena de coloridos, de disfraces típicos y atípicos, de dulces que empalagan y dan maleza de estómago.
La fiesta tiene sus ventajas: Al niño se le obliga a portarse bien durante todo el mes: Haga las tareas, si quiere que le compre disfraz. Mamás y maestras se confabulan para que los muchachitos se ajuicien, so pena de no sacarlos al Malecón ese día, a caminar y a que luzcan su vestimenta y al final, a comerse una porción de pizza para entretener al hambre.
Tiene sus ventajas para los almacenes, que venden disfraces ya confeccionados, y para los vendedores de la calle que ofrecen babuchas y sombreros de cartulina y calabazas de colores para recoger las pipas ese día.
La fiesta tiene sus ventajas para los pocos fotógrafos de profesión que aún quedan en el parque Santander, con su caballito de ruedas y un telón de fondo con fieras y supermanes. Desde que las cámaras se popularizaron en los celulares, a los fotógrafos les va mal, y se les ve cariangustiados, casi tanto como a Santos el pasado domingo por la noche.
Bienvenida, pues, la fiesta de los niños. Ellos se lo merecen todo, a pesar de sus pataletas, ante las cuales papá y mamá caen rendidos. Bienvenido octubre, el mes más dulce y más asustador por tanta bruja que hay por allí, deambulando calle arriba y calle abajo. Bienvenido octubre, con piel de niño y escoba de bruja. Bienvenida la fiesta de los niños y los grandes porque dicen que los adultos, y sobre todo los viejos, todos llevamos un niño por dentro. ¡A ver si nos consienten ese día!