Muchos estamos apaleados, aburridos, tristes, con la noticia de la muerte el martes 27 de junio del colega, jefe y amigo Cadavid Correa Orlando. Un infarto fulminante lo sacó de circulación.
La pelona sorprendió a este lobo estepario leyendo, escribiendo y escuchando su música.
Solíamos hablar de nuestros amigos vivos y muertos. Antes de terminar la parte fúnebre de la charla, coincidíamos en que a estas alturas del partido, conviene mantener las barbas en remojo y actualizado el seguro exequial.
Nunca conversamos sobre a quién le tocaría escribir el obituario al otro. Cadavid me madrugó. Pero mi escueto obituario va sin lágrimas. Lo habría rechazado este tremendo mamador de gallo.
No le dictaba ir a nada. A regañadientes le tocó asistir a su propio funeral el miércoles en la tarde en Campos de Paz.
Hace unos años, escribí un perfil sobre Orlando para El Colombiano. Retomo apartes en su memoria:
Nació sin soberbia, ni avaricia. De pronto con algo de ira porque es temperamental. Que no falten la lujuria ni la buena gula. Es enemigo personal de la envidia y de la pereza.
Ha practicado la poesía administrativa del Brujo Simón González según la cual a los jefes no se les debe notar que son jefes. Elogia en público y baja la caña en privado.
Un buen periodista no puede ser mala persona, pontificó el polaco Ryszard Kapuscinski. Cadavid se ajusta a esa ecuación.
Jamás se enfermó de la importancia ganada en Caracol, RCN, Colprensa, para citar solo algunos medios en los que brilló. Al momento de abrir el paraguas escribía semanalmente la columna Contraplano para La Patria, de Manizales.
Hizo la carrera desde abajo. Imposible meterle goles. Se inició en una emisora de pedal, Voces de Itagüí, de don José Mejía. Compañeros de ruta suyos fueron Humberto Moreno, Hugo Alberto Muncker, Elkin Mesa.
Premio para quien lo haya visto cocteliando o lagartiando. Sus fuentes lo mantienen dateado. No se le conocen pecados veniales ni mortales contra su oficio.
Podría figurar en el Guinness Record como el que más música les ha grabado a sus amigos. Disco que no tenga no existe.
Es gerente-propietario de un demoledor humor negro. Tiene amigos a la izquierda y a la derecha. Aunque de él no es amigo el que quiere sino el que puede. Se aconseja no tenerlo de enemigo porque se confiesa hombre de grandes amores y gigantescos desamores.
Es dueño irrevocable de su intimidad. No admite voyeristas en su ámbito interno. Es un espléndido cusumbosolo. Da pena interrumpirlo en su oficio de anacoreta urbano.
Sobre sus amigos ejerce una permanente veeduría que consiste en estar pendiente del éxito para alegrarse, y de las dificultades para arrimar el hombro. El que no haya sido víctima de su generosidad que tire la primera mentira.
¡Qué pereza que te hayás muerto, hombre Cadavid! Descansá en paz.