Con la actual situación de crisis originada por la pandemia y la cuarentena que se ha implementado con el objetivo de disminuir el contagio entre la población, han aflorado otros problemas que ya existían, pero que, ahora se han hecho más recios y comprometen a propios y extraños. 
 
Los servicios de salud -desde un comienzo se ha dicho- pueden llegar a colapsar si el número de enfermos supera la capacidad del sistema para prestar atención hospitalaria, sobre todo en las unidades de cuidado intensivo. Como efecto colateral se hizo más evidente la situación de los empleados de la salud, su inequitativa forma de contratación, muchos de ellos están vinculados por orden de servicio y se hizo la imperiosa necesidad de contar con los medios adecuados de protección para atender a los pacientes sospechosos  confirmados de infección por este virus. 

La falta de empleo y por tanto de ingresos se hizo patente, con mayor rudeza para quienes están en la informalidad o trabajan en la calle. De otro lado, un grupo de los que tienen un trabajo estable tuvieron que aceptar vacaciones y en el peor de los casos licencias no remuneradas y no se sabe por cuánto tiempo se extiendan y tampoco si al terminar ese periodo contarán con sus puestos de trabajo.   

Un grupo muy vulnerable son los inmigrantes en razón de su ilegalidad para permanecer en otro país que no es el suyo, por eso mismo estaban realizando trabajos básicos con bajos ingresos, los cuales han perdido y por no estar regularizada su condición de inmigrantes tampoco tienen acceso a los servicios de salud. Es esta la situación que están viviendo los latinos en Estado Unidos, se sabe por ejemplo que este grupo de población es el que más ha sido afectado en Nueva York bien sea porque se quedaron sin trabajo o porque han enfermado y puesto los muertos, tampoco tienen forma de acudir a los hospitales o centros de salud para recibir atención. 

Los venezolanos que salieron de su país y desfilaron por nuestra ciudad para luego quedarse en Colombia o ir rumbo los países de Suramérica, están devolviéndose a su país a pesar de que las circunstancias que los empujaron a emigrar no han cambiado, pero prefieren arriesgarse y hacer el viaje de retorno porque no cuentan con atención médica y un empleo seguro. No obstante lo anterior es sabido que en el Hospital Universitario Erasmo Meoz sigue atendiendo a los venezolanos sin tener en cuenta que le adeudan alrededor de sesenta y dos mil millones de pesos por este concepto. 

En medio de todo este panorama no falta lo que parece ser un espectro, pero sin embargo es una realidad, se trata de la corrupción. No importan las condiciones actuales y la gravedad de los hechos para que los delincuentes de esta modalidad continúen en sus andanzas y quedándose de manera ilícita con los dineros destinados al bien común. Las entidades de control y vigilancia nacionales a través del programa “transparencia para la emergencia” han identificado contratos anómalos por una suma mayor a 35 mil millones de pesos, entre ellos 34 del sector salud. A los responsables de estos delitos les caben sanciones que deberían ser mayores teniendo en cuenta la calamidad actual. 

No son solo los enfermos y los muertos los que cuentan hoy día, son muchos los afectados. Son pocos los recursos de los cuales se dispone para paliar la situación, por lo tanto se requiere mucha solidaridad bien sea voluntaria o impuesta y sí dejamos campear la corrupción, muy mal librados vamos a salir de este trance.  

jorgepabonl@yahoo.com