Cúcuta y su área metropolitana enfrentan el colosal desafío de repensar y reinventar el actual modelo de movilidad –altamente contaminante e inequitativo-. Por lo tanto, si el compromiso es el de la agenda sostenible, se debe reducir la contaminación que generan las emisiones resultado de la combustión y tomar acciones a favor del uso equitativo de las vías de comunicación como componentes claves del espacio público y adicionalmente reducir los altos costos sociales y económicos que para una familia implica cubrir las necesidades de desplazamiento. No todo se logra con la implantación de sistemas de calzada exclusiva o un Sistema Integrado de Transporte Masivo –SITM- o transformaciones físicas que implican altas inversiones de recursos. Para lograrlo se requiere instaurar un cambio de cultura en la forma como entendemos la manera de desplazarnos de un lugar a otro, empezando por restringir y hacer un adecuado y racional uso del automóvil particular, y propiciando a cambio alternativas económicas, sostenibles y masivas.
Desde el invento de los motores o mejor dicho, desde la Revolución Industrial, el transporte se consolidó como uno de los principales dinamizadores de los procesos de urbanización. El automóvil fue determinante en la distribución espacial y funcional y el crecimiento de las urbes… la segregación social dio paso a la segregación espacial, las ciudades se planearon y se siguen planeando en función del vehículo particular en detrimento de la accesibilidad, el incremento en los precios del suelo y la congestión. Cúcuta no es la excepción, dada su condición de frontera, hace unos años contaba con un gran parque automotor por la facilidad de adquirir vehículos en el vecino país que permitía que algunos hogares tuvieran mas de un automóvil y motocicleta. A esto se le suma la poca cultura en entender que el peatón, las personas que van a pie deben tener prioridad en el uso de las vías.
También es Cúcuta, el núcleo principal del Área Metropolitana, consolidada a partir de ser nuestra ciudad el gran centro urbano donde se concentran las principales funciones que generaron una alta dependencia por parte de los municipios vecinos. Los movimientos y desplazamientos son consustanciales a la vida urbana y aumentan en número y distancia junto con el crecimiento urbano sea este formal o informal en el peor de los casos. Un buen modelo de movilidad será entonces el que reduzca los impactos sociales y ambientales generados por las grandes distancias ocasionadas por un desaforado crecimiento urbano.
También se debe garantizar como un derecho de todas las personas, la posibilidad de responder de manera eficiente a la necesidad de llegar con seguridad, facilidad y menos tiempo a satisfacer las diferentes actividades que como seres humanos desarrollamos. Una buena organización espacial y funcional de la ciudad será entonces aquella que minimice el uso del automóvil y permita que todas las personas accedan a los diferentes bienes y servicios en un radio no mayor a 500-700 metros, distancias que pueden ser cubiertas a pie. Es lo que se denomina el urbanismo de proximidades. Para distancias mayores deben existir vehículos e infraestructura que generen una mayor cobertura y no contaminantes que deben estar complementados con la tecnología, conectividad 5G, alquilar y compartir el vehículo, la bicicleta y en ultimas considerar las diferentes escalas en función de los modos y medios de transporte. El vehículo puede ser particular y a la vez símbolo de status, pero la calle, los espacios públicos y la ciudad son de todos.
Arquitecto, Esp. Planificación Urbana y Regional, MG GESTIÓN URBANA.
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