No se crea que diciembre, por ser el mes de la Navidad, es un mes sano en el que no salen espantos, ni las brujas hacen brujerías, ni los gatos negros dejan de encaramarse a los techos a lanzar sus tétricos maullidos. No, señores.
Diciembre es un mes como cualquier otro en cuestiones de seres de otros mundos. Por eso, diciembre también trae, de cuando en cuando, su martes 13. Como hoy. Y es bueno tomar las debidas precauciones para que la fecha no nos coja desprevenidos, o como decía mi abuelo Cleto Ardila, con los calzones abajo.
Lo primero que se debe tener en cuenta es cerciorarnos de que en realidad se trata de un martes 13. Hoy en día, con tanto hablador y tanto falsificador que por ahí andan, no se le puede andar creyendo a todo el mundo lo que predica. La única manera de saberlo es fijarnos en el calendario para constatar que el día anterior haya sido un lunes 12. Si no hay almanaques a la mano, se puede consultar en el celular, que para todo sirven estos aparaticos.
Lo segundo, es saber un poco de historia sobre el por qué el martes 13 es un día aciago o de mal agüero. Remontándonos a unos añitos atrás, dicen los investigadores que fue un martes 13 cuando se formó el miercolero de la torre de Babel.
El cuento todos lo sabemos, pero lo repito: Los hombres de aquel entonces, seguramente empujados por sus mujeres (porque a todo gran hombre lo empuja una gran mujer, a ver si se cae), quisieron llegar a Dios, de la manera más fácil, de mamey, sin morirse, sino haciendo una escalera larga, muy larga, que llegara hasta el cielo. Se dice que trabajaban cantando aquello de : “Para llegar al cielo se necesita/ una escalera grande y otra chiquita”. Parecido a lo del señor Trump, que quiere hacer un muro largo, muy largo, para descontaminar a los gringos de la presencia latina.
Pues bien, mi Diosito esperó a que llegara un martes 13 y les pegó una buena trabada a los que construían la escalera. Los dejó como si se la hubieran fumado verde. Los de arriba pedían mezcla y les llevaban tierra, pedían ladrillo y les subían arena. No se entendían. Y comenzaron las peleas y se agarraron los unos y las unas contra los otros y las otras. Se formó la garrotera y cada quien cogió sus chiros y se largó por el mundo ancho y redondo.
Así surgieron los idiomas y nacieron los pueblos y se formaron las naciones. Los ingleses para un lado, los españoles para otro, los argentinos para Argentina y los paisas para Antioquia.
La torre de Babel quedó en veremos y los que querían llegar al cielo se quedaron mirando para san Felipe.
Con semejante fracaso, las gentes le cogieron miedo a los martes 13, hasta el punto de que nadie se casa un martes y muchos no viajan en martes, por hacerle caso al refrán: En martes ni te cases ni te embarques.
Aconsejan en martes 13 no levantarse con el pie izquierdo, ni pasar por debajo de una escalera (donde estén pintando), ni sentarse en el puesto 13, ni asistir a un almuerzo de 13 invitados.
Ese día, dicen, las fieras son más fieras, las mujeres más cantaletudas y las suegras más repelentes. Ese día, dicen, los diablos andan sueltos, las brujas hacen sus aquelarres y los gatos negros forman gatuperios.
Hoy es martes 13. Cuidado con lo que hace y diga, y lo que deje de hacer o de decir. Ojo al parche, que es de cuero, me decía una amiga que leía el tabaco. Se metía el chicote por el lado encendido a la boca, y echaba el humo por las orejas.