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Los rivales implacables de la democracia
El riesgo es latente, una teocracia llevaría a un totalitarismo sin precedentes históricos en nuestro país.
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Martes, 22 de Agosto de 2017

Según la historia, los gobiernos democráticos surgieron en algunas ciudades de la antigua Grecia durante los siglos VI y V a.C. Estos gobiernos no duraron mucho. Por lo general, eran derrotados por revoluciones internas de la oligarquía, es decir, el pueblo de ricos que se consideraban una aristocracia natural. Ya para el siglo VI a.C. la mayoría de democracias habían sido subvertidas.

Más allá de su evolución histórica, siguiendo con la Republica romana, la monarquía constitucional inglesa y el modelo constitucional norteamericano de 1787, el gobierno democrático ha sido el más difundido en Occidente desde la segunda mitad del siglo XX. Cada país ha tenido su propia experiencia, pero podría decirse a manera de hipótesis que este sistema de gobierno es el que más tranquilidad y confianza ha traído a las sociedades.

Sin embargo, ningún experimento de gobierno en la historia de la humanidad ha sido perenne. Siempre han acontecido cambios y reversiones en cada época, y por ende han existido rivales competidores del modelo democrático –que no es unívoco- que siempre han amenazado los cimientos del mismo: comunismo, totalitarismo y teocracia.

De dichos rivales tenemos certeza del efecto negativo que implicaría para una sociedad su implementación. Sobran por supuesto los ejemplos prácticos de estos modelos a lo largo del siglo XX en Occidente. Empero, pareciese que los fantasmas de aquellos siguiesen deambulando por las calles de muchos países, en especial en Latinoamérica.

Si miramos el comunismo este se implementó en varias sociedades a partir de 1917 con la influencia de la revolución rusa. Su realidad práctica refleja la inconveniencia y daño que ha ocasionado al interior de los países donde se ha dado: violaciones de las libertades fundamentales del ser humano, unanimismo ideológico, concentración de los medios de producción en el Estado, corrupción, pobreza, desprestigio de la clase proletaria, etcétera. 

Pareciese que hay una gran diferencia entre lo que el comunismo pregona y lo que hace cuando llega al poder: ¿puede existir en algún momento de la historia el tipo de gobierno que alguna vez Marx y Engels soñaron?, ¿el resultado del comunismo será siempre el tipo de sociedad que hemos conocido desde 1917?, ¿si es verdad que el proletariado –siendo mayoría- ha sido siempre el desposeído y desprotegido de la historia por qué acabó siendo peor que su verdugo el poseedor del capital-burguesía?

El punto es que en pleno siglo XXI se ven aún en los discursos de muchos la amenaza o incluso temor de que estos modelos se repliquen en algunas democracias como la colombiana que en los últimos años se ha fortalecido: ¿Hay de verdad riesgo de que el comunismo, o para ser claros, el modelo chavista-madurista se replique en Colombia? No lo creo. Cualquiera sea la posibilidad esta debe contenerse no con la persecución de aquellos que la profesan, sino por el contrario, con el fortalecimiento institucional de la democracia y la Constitución.

La verdad es más probable un modelo teocrático en Colombia con la politización de algunas iglesias cristianas y católicas que algunos líderes carismáticos han estado promoviendo con distintos fines. Ello se evidenció en la movilidad política que desplegaron por el No en el plebiscito que convocó el gobierno Santos para refrendar el acuerdo de fin de la guerra con las Farc. El riesgo es latente, una teocracia llevaría a un totalitarismo sin precedentes históricos en nuestro país.

Por ello, debe haber compromiso político de defender los valores democráticos y el constitucionalismo contemporáneo. Los cuales son los antídotos de estos rivales peligrosos como son: el comunismo, la teocracia y el totalitarismo.

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