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Lo que nos jugamos con el fracking
El petróleo que Colombia no extraiga en los tres próximos lustros se quedará ahí, bajo tierra, sepultado para siempre.
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Martes, 9 de Abril de 2019

No hay en el mundo una materia prima más usada que el petróleo. Está presente en miles y miles de productos sin los cuales no sería posible la vida contemporánea. La utilización más intensiva del petróleo, sin embargo, se da en la industria de transporte, a través de la gasolina, el diésel y el jet fuel. Algo más del 50% del petróleo que se consume en el mundo hoy en día se destina a este uso. Pero ocurre que el desarrollo tecnológico y la creciente conciencia medio ambiental han impulsado la búsqueda de fuentes alternativas de energía, más limpias, menos contaminantes. Y el salto en los últimos cinco años ha sido impresionante. De hecho, se prevé que en 15 o 20 años, como máximo, todos los automóviles, buses y camiones se moverán con motores eléctricos o con sistemas de combustión alternativa. En cualquier caso, no usarán combustibles derivados del petróleo. 

La consecuencia será que se requerirá alrededor de la mitad de la producción. Semejante disminución de la demanda acarreará el derrumbe de los precios. Con bajos precios, solo los productores más eficientes serán competitivos. Países como Colombia saldrán del mercado. 

De manera que para nosotros el punto es relativamente sencillo: el petróleo que Colombia no extraiga en los tres próximos lustros se quedará ahí, bajo tierra, sepultado para siempre. No es una discusión teórica. La consecuencia práctica es inmensa. Un porcentaje sustantivo de las divisas (por exportaciones) y de los recursos fiscales de la Nación dependen del sector petrolero. La participación de la extracción y refinación de petróleo ha oscilado entre el 8.1 y el 5.3% anual desde el 2000. En pleno auge petrolero, 2011 a 2014, el ingreso por impuestos y dividendos de Ecopetrol representaron el 2.2% del PIB promedio y permitieron la reducción del déficit fiscal del 3.3% al 2.6%. Como resultado, Colombia mejoró el grado de inversión a BBB, cayó la prima de riesgo país y disminuyó el costo de financiamiento. 

En el otro lado de la moneda, la caída de los precios trajo aparejada la disminución del 20% de los ingresos del gobierno central. Como Santos y Cárdenas en lugar de ahorrar la bonanza petrolera aumentaron de manera sustantiva el gasto público (no la inversión), nos han clavado tres reformas tributarias desde el 2014, una cada dos años, dejando sin oxígeno al sector privado y exhaustos los bolsillos ciudadanos. 

Para rematar, al mismo tiempo han venido cayendo las reservas petroleras con que contamos. 

Hoy ascienden a 1.727 millones de barriles. Tenemos apenas para 6,3 años de crudo y 11,1 años de gas. Colombia tiene petróleo, pero no es un país petrolero. Estamos a un paso de perder la autosuficiencia. A Ecopetrol, que tuvo un muy buen año 2018, en parte por la eficiente gestión de su presidente, Felipe Bayón, le quedan apenas 7.4 años de vida. Y aunque el impulso que está dando Luis Miguel Morelli a la ANH es muy alentador, en general el futuro no es promisorio. Si seguimos haciendo más de lo mismo, nos iremos al barranco. 

El futuro pasa por el desarrollo de yacimientos no convencionales, a través del famoso fracking, que le daría al país entre 2.000 y 7.000 millones de barriles de reservas. El fracking significa entre doblar y cuadriplicar las reservas. En otras palabras, aseguraríamos el futuro de Ecopetrol y del país. Por el contrario, hay que decirlo son claridad, sin los ingresos petroleros, el salto al pasado, el crecimiento de la pobreza, el golpe a la clase media, serán monumentales. Necesitamos asegurar esos ingresos, y ojalá incrementarlos, para los próximos quince o veinte años. Y usarlos, como Noruega, de manera inteligente para apalancar otros sectores de la economía, de manera que cuando se venga la destorcida y no podamos sacar más petróleo, tengamos otras fuentes de desarrollo y riqueza. Hay que invertir, y hay que invertir bien, nuestro petróleo. El que no saquemos en los próximos tres o cuatro lustros, quedará sepultado para siempre. Y bajo tierra quedará también el dinero que necesitamos para asegurar el desarrollo del país. Eso es lo que nos jugamos con el fracking. 

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