Las noticias lo dijeron hace cinco días. En Bombay o Mumbai, India, llovieron peces. Dicen que en medio de un torrencial aguacero, de pronto, comenzaron a caer peces del cielo, como si las nubes se hubieran abierto para dejar caer sobre la ciudad, entre la lluvia, montones de bagres, bocachicos, sardinas y rampuches. Las gentes no podían creer lo que veían. Pescado fresco, caído del cielo, como el maná de los hebreos cuando iban por el desierto, camino de la Tierra prometida.
Las viejitas creyeron que se trataba del fin del mundo y corrieron a rezarle a sus dioses (Indra, Agni, Vishnu,entre otros) con golpes de pecho y veladoras encendidas. Los vendedores ambulantes –que en la India también los hay- corrieron a recoger por canastados aquella lluvia bendita, que les arreglaría la situación en estos tiempos de cuaresma. Y los de la pobrería echaban en cuanta bolsa encontraban aquel alimento que les caía como mandado del cielo.
Cuando vi los videos que respaldaban lo dicho por los periodistas, no pude menos que acordarme de la pesca milagrosa a que se refiere la Biblia cuando narra en el Nuevo Testamento que Pedro y los hijos del Zebedeo llevaban toda la noche sin pescar ni un panche. Entonces se les apareció Jesús, sobre las olas, y les dijo que echaran las redes a la derecha, y las redes salieron llenas de peces. Las enseñanzas son claras: Los milagros existen. Pero por la derecha. Por la izquierda, los milagros no funcionan.
Y por asociación de ideas, me llegó a la mente la multiplicación de panes y de penes, a los que se refirió el presidente Maduro en alguno de sus discursos famosos, lo cual fue aplaudido a rabiar por todos sus seguidores, Piedad y Petro, entre otros.
Que aquella llovezón de peces, vivos y coleando, fue un milagro del Altísimo, no nos queda la menor duda a los creyentes, que en todo vemos la mano prodigiosa de Aquel que habita en las alturas. No porque en el cielo haya ríos, ni porque se trate de una ayuda humanitaria que, a falta de camiones, Dios la envió entre aguaceros y tormentas. No. Lo que pasa es que Dios se vale de cualquier fenómenos físicos para hacer sus cositas. Los científicos, por su parte, dicen que seguramente un ciclón absorbió aguas del mar, con peces y sirenas y todo cuando en ellas se contiene, y al perder intensidad el ciclón dejó caer su carga viva sobre la ciudad.
Mi papá y yo, alguna vez, fuimos testigos de algo parecido. Parecido, pero diferente. Una noche de cuaresma nos fuimos a pescar al río Zulia, por los lados de la represa que llamaban del Incora. Llevábamos atarraya, un costal de fique para echar los pescados y media de aguardiente para el frío. A la media noche no habíamos sacado ni siquiera un kilo, por lo que decidimos regresar. No era nuestra noche. Nos metimos debajo del chorro de la represa a bañarnos para volver, cuando sucedió lo inenarrable. En un momento bajaban por el río más panches que agua. Teníamos pescados por todo el cuerpo, y lo mismo otros pescadores. Aquella fue una verdadera multiplicación de peces. Hasta los vecinos se ahitaron de tanto comer panches y sardinas en esa cuaresma. Mis amigos a quienes les conté la historia no lo creyeron. Espero que si vieron la noticia de ahora, me crean aquella otra de hace ya muchos años.
Dicen que en río revuelto, ganancia de pescadores. Puede ser cierto porque uno ve, en épocas preelectorales, gente revolcando el río para sacar sus ganancias electorales. Allá ellos.
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