
No fue Juan Pablo III ni Francisco II, fue León XIV. El cónclave optó por un papa menos “político” y más enfocado en la unidad de la Iglesia católica, que se ha puesto en riesgo por el activismo progresista del papa Francisco.
Es imposible desligar lo religioso de lo político y de las tres religiones monoteístas la que mejor lo ha hecho es el cristianismo, pues a hoy, cuando la religión musulmana es una con su vocación política e igualmente lo hace, aunque de forma más democrática, el judaísmo, el líder espiritual de más de mil millones de habitantes del planeta, con una historia ligada a Occidente como en el catolicismo, no podrá quedar exento de estar en el centro de la geopolítica mundial. Pero hacerlo con el debido equilibrio es lo que ha permitido la supervivencia de dos mil años de la Iglesia católica y es una necesidad en un mundo convulso. Por otra parte, el nombre pontifical de un nuevo Papa permite deducir su línea de acción.
Ha habido trece papas León, de los cuales vale destacar al Primero, llamado el magno, quien negoció con Atila el Huno que no se tomara Roma y además hizo un documento, base teológica a varios concilios. El anterior al actual pontífice fue León XIII, a quien le tocó la unificación italiana que supuso el fin de los Estados Pontificios, conflicto que supo manejar con moderación. Logró que el Segundo Reich Alemán frenara su hostilidad hacia los católicos y fomentó la expansión del catolicismo en Estados Unidos. Su famosa encíclica Rerum Novarum puso a la Iglesia Católica en la corriente de la historia al sentar posición sobre la dignidad que merecía el trabajo obrero en plena revolución industrial. Pero condenaba el socialismo como sinónimo de odio y ateísmo. Son papas enfocados en liderazgo religioso pero con gran capacidad negociadora para ayudar en conflictos políticos sin tomar partido.
Le tocará como a otros Leones en épocas de gran cambio histórico con la revolución de la información y las comunicaciones, en especial la Inteligencia Artificial, llevar a la Iglesia católica a fijar una posición sobre ello. Llegó a un mundo en gran cambio geopolítico y conflicto, en particular en la lucha civilizacional. El conflicto en Oriente Medio no es solo un choque entre israelíes y árabes, o entre judíos y musulmanes, sino entre la Civilización Occidental y la Civilización Islámica. Como lo es el conflicto entre una India hindú y un Paquistán Islámico, gran soporte del terrorismo yihadista. Aunque India no es estrictamente Occidental, pues se puede considerar una civilización en sí misma, si comparte sus ideales.
El conflicto en Ucrania no tiene trasfondo religioso o civilizacional sino de corte imperialista, con una Rusia que quiere recuperar su “imperio”; es un conflicto autoinmune, pues Rusia y Ucrania son occidentales y cristianas pero vivieron bajo la patología socialista, de la cual no se pudo desligar Putin en su visión imperial.
El riesgo en Asia, comandado por la civilización china que busca imponerse desde su modelo hibrido de estado socialista y economía capitalista, es latente, lo que ha llevado a que antiguos imperios o civilizaciones como Japón volvieran al pulso bélico.
Pero si en el exterior llueve, dentro del Vaticano no escampa. El modelo sinodal que montó Francisco ha puesto a la Iglesia católica en riesgo cismático pues jerarquías católicas de regiones como África, el único continente que aún crece y de facciones de la Iglesia en Norteamérica, han visto el Progresismo de Francisco como un gran riesgo, pues no son proclives a cambios sísmicos. Por su parte, en el otro extremo está la jerarquía católica alemana que quiere un Progresismo más profundo e inmediato. El cisma alemán es una espada de Damocles.
Oramos porque el Papa Leon XIV pueda llegar a la categoría de Magno por su capacidad negociadora con claridad espiritual mientras pedimos que él ore por lograr que Colombia no siga siendo antihistórica.
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