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Las siete plagas de Cúcuta
La mujer va manejando y a la vez hablando por celu, hasta que choca su carro con las trágicas consecuencias ya conocidas. ¡Plaga maldita! 
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Lunes, 13 de Mayo de 2019

¿Recuerdan las plagas de Egipto? Aguas convertidas en sangre, ranas, piojos, enfermedades, en fin, una serie de castigos que mandó Jehová a los egipcios por tratar mal a los hebreos y por no dejarlos salir hacia otras naciones.

En Cúcuta también tenemos nuestras plagas que nos causan muchos males. ¿Por qué? Sólo Dios sabe. O como decían antes: “Sabrá Mandrake”.

Veamos algunas: 

Las motos. Los motorizados son una plaga maldita, no creados por Dios, sino por los hombres y regadas por todo el mundo para que siembren el caos, produzcan pánico y dejen muertos todos los días. Yo no sé en otras partes, pero en Cúcuta se montan por las aceras, dan reverso en contravía, se les atraviesan a los carros y atropellan peatones. Y ¡ay! del que les diga algo.  Me revirarán algunos, que no son todos. Acepto. No son todos, pero los prudentes son una ínfima minoría frente a los que hacen el mal como enloquecidos, encima de una moto.

Los celulares. Este aparatico, tan útil para las comunicaciones y para las llamadas de emergencia y para acortar distancias, es causante también de muchas desgracias. A la cocinera se le quema el arroz por estar hablando con el que sabemos. El estudiante se pierde la explicación del profesor por estar pendiente de los mensajes que le manda la novia por whatsapp. La secretaria no se concentra en lo que le dice el jefe, al que finge escuchar, pero en realidad está metida en su cuento del video. La mujer va manejando y a la vez hablando por celu, hasta que choca su carro con las trágicas consecuencias ya conocidas. ¡Plaga maldita! 

Tercera: Los perifoneadores de la calle. Ofrecen sus productos a todo volumen por las calles, a través de sus parlantes gangosos y chillones. Por las calles resuenan las rebajas de aguacates, bananos y tomates, mientras a uno le  chillan los oídos y por las orejas se meten los gritos, y la cabeza casi que estalla. De pronto hay un silencio, ¡gracias a Dios! Es que se acercan dos policías en una moto que se cuadra al lado. Cada policía recibe un banano, un mango y una rodaja de piña.  Se alejan los de verde. El perifoneo sigue y ahora los gritos aumentan de volumen.  

Cuarta: Los que manejan borrachos. ¿Saben ustedes cuántos accidentes ocurren en la ciudad por los borrachos que, creyéndose sanos, se le miden al volante? Muertos, heridos, casas destruidas, luto, dolor y lágrimas son el balance de esta otra plaga maldita.

Quinta:   Los viciosos de la calle.  Antes, por lo menos, se ocultaban a meter vicio en los matorrales de los barrios, o se iban al río, o se escondían en el Canal Bogotá. Ahora, no. Los parques son de ellos, las calles son de ellos, los edificios son de ellos. Les gusta, sobre todo, hacerse cerca de algún CAI, porque se sienten protegidos. Los ojos desorbitados, sin camisa, descalzos y chorreando mugre son algunas de sus características.

Sexta: Los que nos llegaron sin haber sido invitados. No tengo nada contra los venezolanos. Algo más. Tengo muchos amigos, verdaderos amigos y familiares en Venezuela. Pero por culpa de un cucuteño, de cuyo nombre no quiero acordarme, nos llegaron aquí miles y miles y más miles de venezolanos que debieron abandonar su patria y sus querencias. La culpa no es de ellos. Es del régimen que los obligó a salir corriendo. Algunos pasaron de largo a otras tierras, pero la gran mayoría se quedó aquí, quitándonos las calles, los parques, las canchas y cuanto espacio libre teníamos. No sólo eso. Nos están dejando sin trabajo porque a ellos los arreglan con cualquier cosa, aprovechándose de su triste situación. Y los nuestros tienen que salir de paticas a la calle, sin puesto, sin trabajo, sin empleo.

Séptima: Los depredadores del medio ambiente. Son los que tumban árboles con o sin permiso, pero nos quitan la sombra, la fresquedad y el descanso. Algunos no los tumban, los podan a lo chambón, los dejan sin ramas, quedando sólo el tronco y el calor que achicharra a nuestra ciudad.

Señor de la Misericordia, ¿qué hacemos?

gusgomar@hotmail.com

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