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Las principales críticas contra el acuerdo final de La Habana
“Es una conversación de cinco minutos con un ciudadano de a pie”.
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Viernes, 16 de Septiembre de 2016

Decía Churchill sobre la democracia que “es la peor forma de gobierno con excepción de todas las demás” y que “es una conversación de cinco minutos con un ciudadano de a pie”. Definiciones simples pero que abarcan la esencia nuclear de dicho concepto.

La democracia en una sociedad implica la garantía por parte del Estado de unos derechos humanos fundamentales, entre los cuales la libertad de pensamiento, de expresión y de opinión se erigen como la columna vertebral. Ello implica la cultura política de la tolerancia y del pluralismo ideológico, donde los ciudadanos se forman su opinión para decidir las cuestiones políticas fundamentales con base en mínimos de información real y verídica, la cual permite la deliberación con todas las voces involucradas para garantizar que la decisión que se adopte sea la más cercana a lo “moral y políticamente” correcto.

Con base en lo anterior, revisemos los principales argumentos a favor del “No” en el plebiscito para refrendar el Acuerdo final de la Habana: Dicen algunos del “No” que con el Acuerdo Final Colombia se aproxima al Castro-chavismo. ¿De dónde surge una conclusión de esa índole a priori? Lo que busca el Acuerdo final es abrir el espectro democrático para que la facción de la izquierda radical y antidemocrática colombiana mute a lo democrático y tenga las garantías en pie de igualdad de participar en la lucha por el poder. Ni Colombia entiende y comparte el Chavismo, ni mucho menos comparte el Castrismo. Ambos son manifestaciones de la izquierda radical y antidemocrática.

Afirman algunos del “No” que en el Acuerdo final no se habla de entrega de armas sino de dejación de armas. Las palabras son distintas semánticamente pero su alcance en el Acuerdo es político-jurídico. Allí reza que las Farc en las zonas de concentración tendrán un plazo de 180 días para entregar la información sobre todas las armas en su poder, las coordenadas de todos los depósitos o caletas de su armamento inestable (tatucos, minas, cilindros bomba, etc.) y el depósito y dejación en contenedores administrados por la ONU de todas las armas de apoyo de las milicias. Es decir, la dejación involucra la entrega y la garantía de que no le darán al país gato por liebre en la cuestión de armamento.

Otra falacia está relacionada con la justicia. Algunos del “No” afirman que la única justicia válida es la retributiva, es decir, la enfocada en la venganza como elemento fundamental de la pena. Este tipo de justicia no es propia de contextos de conflictos armados tan largos como el nuestro. Si bien el Derecho Penal Internacional establece que los Estados son los obligados en principio en garantizar la justicia, para los contextos de violencia permanente y sistemática el Derecho Internacional reconoce la justicia transicional enfocada en las victimas.

La justicia transicional se fundamenta en los principios de verdad, justicia, reparación y no repetición. Su base medular es la verdad, y combina elementos de justicia retributiva y restaurativa. En el Acuerdo final se contemplan penas restrictivas de la libertad hasta de ocho años para los que reconozcan verdad y responsabilidad en los crímenes atroces; como también penas privativas de la libertad hasta por veinte años para aquellos que no colaboren con la jurisdicción especial de paz.

En definitiva, la democracia es la solución pacifica de las controversias dentro de una sociedad política. La democracia es la antítesis de la guerra. Y en una guerra no vencida pero con la mayoría de batallas ganadas por parte del Estado lo que se pretende es concertar vía deliberación las causas y soluciones del conflicto para no repetir la misma historia.

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