
El año 2024 terminó políticamente mal para el gobierno Petro: el Congreso no aprobó ninguna de sus “propuestas de cambio” y el poder judicial reversó algunos decretos del gobierno. Se podía decir que el gobierno Petro empezaba su prácticamente último año, con el sol a sus espaldas.
Pero repentinamente, al inicio de 2025, varios hechos inéditos empezaron a suceder. El ELN con apoyo del Cartel de los Soles atacó a una de las disidencias de las FARC buscando control territorial y del tráfico de estupefacientes en el “territorio de paz” del Catatumbo, con la respuesta débil de unas fuerzas armadas colombianas con las manos amarradas, dirigidas por un ministro más cercano ideológicamente a los atacantes que a unas fuerzas armadas democráticas. Eso llevó inmediatamente a un estado de conmoción interior, donde el gobierno hizo reforma tributaria y política sin ir al Congreso y cuyo control constitucional no sabemos cuanto demorará.
Estábamos en esas cuando vino el affaire Trump. Petro no quiso recibir deportados ilegales colombianos desde Estados Unidos, en un acto de “dignidad”, que recibió una respuesta contundente del gobierno Trump de cancelar visas al presidente, su consejo de ministros, otros altos cargos gubernamentales y miembros del Pacto Histórico, se suspendió ayuda económica a Colombia y se imponían aranceles a los productos colombianos, arrancando en un 25%. Su entorno logró callar a Petro y controlaron la situación, en parte, pues la amenaza sigue vigente y la medida más reciente es cortar flujos del programa estadounidense USAID. Petro se envalentonó dignamente y se agachó indignamente. El país va mal económicamente y si esto hubiera prosperado, la crisis hubiera sido hecatómbica.
Si juntamos ambos hechos, podemos colegir que ahora es más “fácil” para las Cortes cortar la “conmoción interior” de Petro, para mostrar comportamiento “democrático” en Colombia. Es decir, parece que la institucionalidad a Petro se le va a complicar bastante al ubicarse como contraparte de Trump. Las cosas que hace la gente cuando no está en su sano juicio.
El proyecto socialista de Colombia es bicéfalo, es decir, tiene dos cabezas, que no es que sean muy inteligentes, pero si bien dispuestas a todo por lograr sus fines. Con Gustavo Petro neutralizado, debió aparecer Juan Manuel Santos. Santos apoya el proyecto socialista de Petro, pero quiere hacer las cosas como las hizo en su gobierno, usando el presupuesto nacional y mintiendo, no chocando.
Y mandó a una de sus fichas más corrompidas a hacer su trabajo. Benedetti llegó como jefe de gabinete y creó la desbandada mamerta. En la transmisión de un Consejo de Ministros que parecía una reality televisivo del más sucio morbo, Petro acusó a sus ministros de incapaces y corruptos, haciendo que unos renunciaran de una vez y los otros quedaran en salmuera. El ministro Cristo, santista puro, pidió a todos los ministros que renunciaran, pues el centrismo santista va a tomar el poder buscando limpiar la cara sucia de la administración y preparando el camino para las elecciones de 2026. Técnicos santistas llegaran a los ministerios y los volverán “serios” y con el apoyo de mermelada, los medios alabaran el cambio y “mostraran el peligro” de los extremos, abriendo el camino al santismo. Volverá el famoso eslogan falso de “ni Petro ni Uribe” y se querrá decir “que ese tal petrosantismo no existe”.
Pero lo que una vez funcionó, no volverá a funcionar. Primero, ya todo el mundo sabe que el petrosantismo es la estrategia al socialismo colombiano. Segundo, la nueva dirigencia exterior estadounidense conoce a Santos y les disgusta tanto como Petro. Tercero, el país ya descubrió la estrategia y la debe neutralizar.
La culebra tiene dos cabezas, igual de peligrosas y hay que neutralizar ambas. Ya se ven asomar las gigantescas orejas del lobo Nobel.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion