Ahora que se ha destapado el juego sucio de Estraval, firma que esquilmó a 4500 incautos por un valor aproximado de $600.000 millones prometiéndoles jugosos rendimientos por su inversión en diversos instrumentos financieros, principalmente libranzas y factoring, pero también en facturas morosas y otras alternativas de alto riesgo, se corre el peligro de que se inicie una persecución contra las libranzas y el factoring en los medios, sobre todo en la radio en la que reinan la arbitrariedad y en algunos casos peores prácticas.
Como fue evidente con Interbolsa, no son los instrumentos de inversión los que causan los desastres, son los propietarios de las instituciones financieras que se dedican a este tipo de actividades y los administradores los que las llevan a la ruina, generalmente por codicia y mala fe, o por descuido e incompetencia.
El negocio legítimo y bien manejado de libranzas, por ejemplo, es más o menos el siguiente: Se aporta un capital que se invierte en préstamos a personas, garantizados por las empresas en las que ellas trabajan que descuentan de la nómina lo que sus empleados le deben pagar al acreedor y le pagan a este directamente cada mes (libranzas). Una vez invertido el capital inicial se vende toda o parte de esa cartera a instituciones financieras les que pagan un pequeño sobre precio o margen por originar la cartera que compran.
El que la vende conserva generalmente la obligación de cambiarle al que compra los créditos que resulten morosos por otros corrientes, de tal manera que la originadora conserva todo el riesgo de la cartera que vende. Con los recursos que recibe por esta venta vuelve y coloca nuevos créditos personales amparados por libranzas.
Este negocio, organizado en la forma descrita es perfectamente legítimo y puede ser muy rentable si se maneja bien. El factoring funciona de la misma forma, pero no con libranzas sino con facturas comerciales de todo tipo de empresas.
El éxito de un negocio de esa naturaleza depende en primer lugar de organización de las colocaciones, que lleva a cabo una ‘fábrica de créditos’ que se rige estrictamente por criterios que garanticen una baja probabilidad de incumplimiento. Tanto en el caso del factoring como en el de las libranzas, esta función es crítica y de ella depende la solidez de la empresa, en primer lugar.
Habiendo conseguido esto, que no es fácil, el otro factor de riesgo es cuantas veces se vende la cartera colocada. Si se asimila a un banco, se podría vender hasta nueve veces. Pero como estas instituciones no tienen acceso a redescuento del banco central no pueden correr tanto riesgo y posiblemente no deben vender cartera sino hasta tres o cuatro veces su patrimonio, dependiendo de la probabilidad de incumplimiento de la cartera que manejan.
Si la venden más veces de lo que aconseja la prudencia se quiebran inexorablemente. Esto debe regularlo la Superintendencia Financiera.
Cuando suceden desfalcos del tamaño del de Estraval es porque deliberadamente estafan a los inversionistas, porque hay captación ilegal, y porque las autoridades no actuaron a tiempo y con suficiente diligencia. Y esto se repite año tras año porque la justicia no opera y los pillos salen libres.