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La paz teórica, la paz real
Los avatares ya vividos y los que faltan, no doblegarán fácilmente la sólida estructura gerencial del presidente.
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Sábado, 25 de Julio de 2015

Habiendo nacido entre algodones, llevado de la mano por acuciosos progenitores y rodeado de familiares y allegados de alta alcurnia social e intelectual, le permite al presidente Santos ser poseedor de un sólido bagaje gerencial y capacidad administrativa.

Educado en los mejores centros académicos de la capital; alumno aplicado de Harvard y una gran intuición para la brega política le han permitido escalar posiciones hasta alcanzar la presidencia. Pero es su paso por la cartera de Defensa lo que permite pensar que su magno esfuerzo por buscar la paz para los colombianos será, seguramente, su máximo premio.

No ha sido ni será tarea fácil llevar el proceso a su feliz término. Hay un poderoso enemigo al frente; no solo poderoso sino mañoso e impredecible.

Los avatares ya vividos y los que faltan, no doblegarán fácilmente la sólida estructura gerencial del presidente.

Desde la lejana Estocolmo deben estar atisbando al alumno de Harvard y este último sabe que lo están mirando como probable candidato a ganar el codiciado galardón de la paz.

Probablemente tenga que viajar al viejo continente con la respectiva comitiva de aduladores y lagartos que se pegarán y asistirán con sus elegantes trajes a la consabida ceremonia. Mientras tanto y en medio de la embriaguez del éxito le llegarán noticias de su lejana patria haciéndole saber que el asunto de la convivencia entre los colombianos está muy lejos de ser realidad.

Una cosa es firmar un acuerdo con los altos mandos de la insurgencia; otra muy distinta es suponer que las causas de esta guerra fratricida desparecerán porque lo dice el papel. ¿Y la letra menuda del contrato?

¿Dónde están las reformas de fondo que se necesitan para evitar el engrosamiento de los grupos violentos por cuenta de los abandonados a su suerte por un estado indolente? ¿Dice acaso en el acuerdo que se compromete el estado a enfrentar, de una vez por todas, la rampante corrupción y castigar a los ladrones de cuello blanco que se embolsillan los recursos de la inversión social? ¿Y que no les darán casa por cárcel o libertad por vencimiento de términos? ¿Dice acaso el documento que el estado también  tendrá plazos para llegar hasta los campesinos con vías adecuadas e inversión para su desarrollo? ¿O los grandes terratenientes y los despojadores de tierras bajarán la guardia automáticamente y devolverán a los campesinos lo que les pertenece como premio a la firma de los acuerdos? ¿Que el desmadre y el abuso en el sistema de salud por cuenta de avivatos empresarios que solo buscan el lucro personal dejando a millones de compatriotas que se mueran en las puertas de los hospitales se acabará con la firma del acu
erdo?  ¿Será acaso que las reformas que necesita el decrépito sistema de la educación serán una realidad a corto plazo porque así lo dice el papel? ¿Y los colombianos no volverán a ser engañados por los promeseros y politiqueros cada 4 años? Bueno, está bien, dirán los que defienden los acuerdos; es que una vez se firme la paz, comenzará una nueva Colombia. ¿Sí, pero y el plazo? ¿No nos agarrará la nueva firmando otro acuerdo dentro de unas cuantas décadas otra vez?

El hecho es que cuando regrese el galardonado con su comitiva y con el guayabo de la champaña, lo esperará un consejo de seguridad por los últimos atentados de los grupos que no fueron invitados a las firmas de los acuerdos y entonces le tocará comenzar un nuevo proceso para el entendimiento con esos otros colombianos.

¿Será que dan el galardón de la paz al mismo candidato dos veces?

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