Está haciendo carrera entre jóvenes adultos exitosos la idea de que las imperfecciones del blindaje que se ha concebido para el acuerdo de paz son causadas por el “afán” del gobierno y de sus negociadores.
Esto jóvenes no tienen afán porque no sufren las consecuencias de la guerra, y no caen en cuenta de que a medida que pasa el tiempo sin llegar a un acuerdo pierde confiabilidad el proceso, se percibe menos alcanzable la paz, y se le da la oportunidad a la guerrilla de abrir nuevas discusiones para posponer el cierre.
Es urgente que las negociaciones concluyan pronto. El acuerdo no va a ser perfecto como no lo es el blindaje, pero va a obligarnos a evolucionar hacia un mejor país y una sociedad menos mezquina. El artículo de César Rodríguez del viernes pasado en El Espectador (“Tomar la protesta en serio”) advierte sobre los peligros de seguir evadiendo la obligación de enfrentar y resolver los problemas de la gente que tradicionalmente ha sido marginada, que cuando expresa su descontento es objeto de indiferencia, incomprensión y mal trato, como lo evidencian las muertes en el Cauca.
La expectativa es que en el posconflicto esto se resuelva en forma más humanitaria y más efectiva. Es algo que el gobierno ya debería estar practicando para generar confianza y mitigar la desorientación que provoca la recolección de firmas.
Para muchos miembros de la generación a la que pertenezco es muy importante acordar la paz cuanto antes y hacer un intento serio de transformar la sociedad, para repartir ampliamente los beneficios del progreso y para vivir en armonía, generar riqueza y bienestar, pero también empatía con los demás y solidaridad. Como no tuvimos afán cuando teníamos 31 años, tampoco fuimos suficientemente diligentes.
Pasaron de pronto los siguientes 40 años, y el país sigue empantanado, a un mayor nivel de ingreso y con evidentes avances en muchos campos, pero con falencias y defectos protuberantes.
Se destaca la inhabilidad casi generalizada de hacer bien lo que nos proponemos; y lo que es más importante, la desigualdad y la incapacidad para entender y hacer propios los problemas o desdichas de otros.
Sobre este tema se expresa mejor el padre Francisco de Roux en su columna en El Tiempo, Creo que comparte la frustración generacional que estoy tratando de describir y la percepción de que en Colombia se padece en forma cada vez más acentuada de ausencia de amor por el prójimo.
También es urgente llegar a un acuerdo porque la economía está quieta. Todo el mundo está esperando ver qué sucede con la paz. Sin ella es muy difícil que la gente se anime a invertir, y también está
recortando el consumo. Dicen con razón que hay que sacar adelante la reforma tributaria. No sé cómo lo van a lograr si antes no concluyen satisfactoriamente las negociaciones en la Habana. Y si pasa la reforma sin haber firmado el acuerdo se corre el riesgo de parar la economía o de no firmarlo.
Algo adicional que hace falta con urgencia es iniciar un movimiento en las redes sociales para hacerle contrapeso a la recolección de firmas en contra de la paz. Alguien capaz y comprometido debe crear
cuanto antes un espacio en Facebook para acumular millones de “Me gusta” a favor de la paz.
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