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La madre que sí
Ante un juramento hay que creer.
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Martes, 24 de Mayo de 2022

“No jurar su santo nombre en vano”, dice el segundo de los diez mandamientos, que aprendimos desde la escuela, refiriéndose al nombre de Dios, a quien hay que amar sobre todas las cosas, según establece el primero de la decena. “Pero una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa”, dicen los filósofos con una claridad meridiana. 

Una cosa es jurar y otra cosa es cumplir lo que se jura. Cualquiera jura con los dedos en cruz, mirada al cielo y ojos de cordero degollado, pero no todos cumplen lo prometido en nombre de Dios.

-Júrame que no te volverás a casar –le pide la esposa moribunda al marido.

   El hombre se hace el machete, se limpia los mocos y los lagrimones, y al final, ante la insistencia de la mujer moribunda, dice con voz temblorosa, que presagia incumplimiento: “Te lo juro”. Y entonces la esposa estira la pata en santa paz.

-Júrame que no me has puesto los cachos –le dice el hombre a la amante, que tiene trazas de jugarle infidelias.

-Lo juro –dice sin titubeos, la querida. El tipo no queda muy convencido, pero ante un juramento hay que creerle.

Jura el presidente de la República, juran los gobernadores, juran los alcaldes, jura la secretaria, el día que se posesionan de sus cargos. Y el juramento es doble: “Juro por Dios y por la patria”. Todos sabemos lo que sucede después.

En los juzgados hay que jurar que se está diciendo la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. Pero existe una profesión, la de los testigos falsos, que se prestan para jurar lo que sea, a cambio de algún pago. Los testigos falsos se pasean por los alrededores del palacio de justicia, a la espera de que algún abogado los contrate. Conocí a un fulano que confesaba, sin pudor alguno, que él se ganaba la vida haciendo mandados, empujando carros varados y sirviendo de testigo falso en los juzgados.

Una de las ceremonias más importantes en la vida de los cuarteles es el llamado Juramento de bandera, por el cual el recluta se compromete a defender la patria, hasta con la vida si es necesario. Ahora recuerdo que en la escuela hacíamos un juramento patrio: “Juro por Dios, fidelidad a mi bandera y a mi patria Colombia, de la cual es símbolo…”

Entre los muchachos de ahora, jurar por Dios se ha vuelto un juego, algo que hace parte de la vida diaria.  “Salí con Maríahelena”, le cuenta el amigo a su compañero de aventuras. “¿Por Dios?”. “Por Dios”. “¿Y coronaste?”. “Clarinete”. “¿Por Dios?”. “Por Dios”.

Se jura por Dios, por los hijos, por la patria, por la vida, por lo que sea, y hasta por la madre. La madre que sí. Porque la madre sirve para todo. Para quererla: ”Te amo, madrecita”. Para insultar a otro: “Ese es un hp”. Para hacer apuestas: “La madre pal que llegue de último”. Para amenazar: “La madre pal que cuente lo que hicimos”. Para buscar pelea: “!Su madre!” Para echar flores: “Tienes la dulzura de una madre”.  Para los poetas: “Mi madre es un poema…”  Para mamarle gallo a un varón: “Usted es una madre”. Para darle serenata a la mamá el día de la madre: “Madrecita mía, corazón de Dios”. Para echar un chiste: Madre, sólo hay una”. Para aprender a leer: la m con la a ma. 

SOBREMESA: En época de campaña electoral, las madres de los candidatos deben ser buenas bailarinas, porque sus adversarios las sacan a bailar a cada rato.     

gusgomar@hotmail.com

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