La algarabía que se formó con motivo de la comparecencia del senador Álvaro Uribe ante la Corte Suprema de Justicia denota, por lo menos, tres hechos inocultables:
Primero, que todo lo que tiene que ver con el expresidente genera fuertes reacciones en favor y en contra.
Segundo, que los colombianos hemos llegado a mirar con desconfianza las actuaciones de la justicia.
Y, tercero, que las aseveraciones en contra del expresidente es el plato favorito de algunos medios de comunicación
Si no fuera por estas circunstancias, el asunto hubiera transcurrido como debe suceder en un Estado de Derecho en el que las ramas del poder público actúan pulcramente y los ciudadanos aceptan sin reservas sus decisiones.
Cada uno de tales circunstancias merece comentarios. 1- El reconocimiento ciudadano al expresidente se deriva de su obra de gobierno que, aunque se quiera demeritar, abrió a Colombia un horizonte que estaba cerrado por el imperio de las guerrillas, los narcotraficantes y los delincuentes de toda laya.
El haber dado al país un ambiente de seguridad y de respeto a las instituciones propició el aumento de las inversiones internas y externas con un consecuente crecimiento de la economía.
Por el contrario, la animadversión que despierta Uribe proviene de quienes atacó, extraditó y derrotó, entre los cuales se encuentran alzados en armas, traficantes y políticos.
Es bien sabido que los llamados “líderes comunistas” son más expertos en arrasar que en construir; en acusar que en probar; en desprestigiar que en reconocer.
2- Es lamentable que la justicia colombiana se haya desprestigiado por eventos de corrupción y parcialidad repetidos, especialmente, en los últimos tiempos. Esa apreciación se evidenció cuando al expresidente se le abrió un expediente por haber tratado de probar que se estaban manipulando testigos en su contra.
Y, como algo insólito, se exoneró a su acusado y a él se le llamó a indagatoria.
3- Aunque se repite a los cuatro vientos que es preciso dejar que la justicia opere serenamente, no pasa un día sin que numerosos periodistas lancen sus adversos comentarios, publiquen testimonios incriminatorios, anuncien la condena del expresidente y aticen el rencor en su contra. Esa es una de las razones por las que muchos ciudadanos despistados se han formado una imagen deformada de él.
Es evidente que el hombre público pone al escrutinio de la sociedad su vida y sus actos, sometido a los elogios y críticas que se derivan de ellos. Por eso no es de extrañar que un político como el doctor Álvaro Uribe, que ha estado en el foco de la controversia desde muy joven, los reciba. Lo excepcional es que haya despertado tal grado de pasiones en medio de las dificultades que afronta Colombia, y que él mismo ha contribuido a solucionar, no con discursos sino con obras.
Quisiéramos que este azaroso episodio termine favorablemente para él y para la nación. Y que los periodistas malquerientes no lo utilicen como un arma innoble contra su honra y, de paso, contra el Presidente Duque que ha demostrado ser mucho mejor mandatario de lo que vaticinaban.
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