En los países del primer mundo, aquellos que son líderes en el campo de la investigación y la educación, la comunidad educativa es fundamental, sin embargo, dan relevancia especial al papel protagónico de quienes vas a ser maestros, docentes, profesores y mentores. 

En Finlandia, por ejemplo,el ingreso a las escuelas de formación profesoral sólo pueden hacerlo quienes sean los mejores de su propio (ya de por sí) excelente sistema. Deben tener las más altas distinciones académicas, además de rectitud moral y ciudadana; ganan mucho más dinero que los políticos, son reconocidos en beneficios a quienes se dedican a formar a su mayor producto de exportación y de desarrollo: los niños y jóvenes de ese país. 

En Singapur me sorprendía al ver que, al mejor profesor del año, además de una serie de reconocimientos recibidos,se convirtió en el protagonista del billete de papel de mayor denominación para que la Nación reconociera la función vital de ser maestro. 

Cómo no recordar profesores o mentores ilustres como Aristóteles guiando al joven Alejandro que luego sería el Magno;o a Simón Rodríguez que, a su vez, con Andrés Bello, encendieron las luces de libertad de Simón de la Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, nuestro libertador. 

Y cómo olvidar a Juan Bosco dando oportunidades a los muchachos más vulnerables en lo que denominaba “oratorios” en Valsalice, Italia. Pero nada de esto es nuevo, la humanidad desde su andar por el planeta entendió que algunos guiaban a los otros; un liderazgo que debía transmitirse y perdurar con perfección. 

Por ejemplo, la escritura egipcia era pictográfica y con el paso del tiempo se convirtieron en ideografías. Para la escritura, los materiales universales en Egipto fueron el papiro, la piedra caliza y ostraka, dedicando la mayor parte de sus maestros a la literatura sapiencial que trataba de unos textos educativos fundamentalmente empleados para la formación del escriba(aprendiz).

Los antiguos griegos no tenían historia escrita, solo oral. En Esparta, se prestaba poca atención al desarrollo de actividades tales como el saber leer y escribir; toda la preocupación se centraba en las actividades físicas, la intrepidez y las proezas militares. En Roma, la vida de los niños en sus primeros años se enfocaba en la formación de valores relativos al trabajo, a la familia y a la patria. La familia como fuerza educadora de Roma se halla sometida a la autoridad del paterfamilias.  Por supuesto, en la Edad Media, la Iglesia tomó la responsabilidad de la enseñanza. En el desarrollo de la Educación Superior los musulmanes y los judíos desempeñaron un papel crucial, pues intervinieron como intermediarios entre la antigua Grecia y los estudiosos europeos.

Las facultades de Educación Superior en Colombia y en nuestro hermoso departamento, Norte de Santander, deben volver a ser centro de investigación. Ya no tenemos profesores que se estén formando y actualizando. Cada vez es más difícil conseguir la mano de obra que remplace a la generación que construyó el siglo XX, quizás las razones pueden ser obvias; económicas, de reconocimiento y de pronto, algo más profundo como la vocación. Aunque la inteligencia artificial (IA) avance, nada supera la relación profesor - aprendiz, la construcción conjunta del conocimiento. 

Debemos, de manera urgente, preparar profesionales capacitados para enseñar en diferentes niveles educativos, desarrollando habilidades para planificar, implementar y evaluar currículos, además de fomentar la innovación y la investigación en educación.

Nuestras facultades de educación contribuyen a la construcción de una sociedad más justa y equitativa. No podemos dejar atrás formar a los formadores y dar oportunidades a las nuevas generaciones que vienen con alternativas de futuro, pero con fuertes cimientos en valores y moral.

Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion