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Karen, la pequeña gran pintora
Fue creciendo, pero nada de cultivar cebolla, nada de regar los cultivos.
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Jueves, 22 de Septiembre de 2016

Karen nació cualquier día de un  diciembre cualquiera, en La Playa de Belén. Las campanas no repicaron, nadie echó voladores y ningún vecino llegó con regalos a regocijarse con los papás por el nacimiento de su primogénita. No hubo brindis en el Club del Comercio de La Playa, por la sencilla razón de que allá no existe eso. Pero don Armando, el papá, no se amilanó por este contratiempo. Se fue a la tienda de la esquina y allí pidió un aguardiente doble y repitió la dosis.

-¿Y eso, don Armando? –preguntó la tendera.

-Es que me acaba de nacer la criatura.

-¿Niño o niña? 

-Niña. No me lo está preguntando pero es muy bonita. Flaquita, pero vivaracha. Con decirle que no le habían cortado el ombligo y ya estaba pidiendo teta. Quiera Dios que saque la raza.

-Así sea, le respondió la doña, que lo invitó al tercero: “La casa paga”.

Pero la niña no sacó la raza. Fue creciendo, pero nada de cultivar cebolla, nada de regar los cultivos con el ramillón acostumbrado, nada de nada. Sólo le gustaba ir a la escuela. Porque la maestra ponía los niños a pintar. Pareciera que la niña hubiera nacido con un pincel en la mano o que en el vientre materno hubiera recibido clases de pintura.

Una vez la profesora del Jardín tuvo que llamar a doña Blanca, la mamá.

-Mire, señora, no le haga los dibujos a la niña. Las tareas debe hacerlas ella sola.

-Yo no le hago tareas, profesora. Lo que pasa es que nació pintora –y no supo si lo decía con orgullo o con tristeza.

Desde entonces Karencita pintaba a toda hora. Gastaba papel por cantidades. Y cuando no había papel, las paredes eran buenas o el patio de tierra de la casa. Muñequitos, casas, paisajes, animales. De todo brotaba de su mano de artista.

Como pudo terminó su bachillerato en el colegio Fray José María Arévalo. Digo como pudo, porque en lugar de (a + b)2 – (xy)3, la jovencita pintaba gatos y turpiales y ríos caudalosos. En Sociales Karen le daba rienda suelta a su imaginación y pintaba la Batalla de Boyacá, a su manera, y a Bolívar y Santander persiguiendo a los españoles. Viajó a Cúcuta a estudiar Administración de empresas, ingresó a la universidad, pero definitivamente lo suyo era la pintura y cuando estaba a punto de terminar la carrera, se retiró y se dedicó a pintar.

Es dibujante del diario La Opinión, dicta talleres en la librería Panamericana, ilustra libros de editoriales colombianas y de Estados Unidos, y esta tarde, a las seis,  inaugura una exposición de algunas de sus plumillas en el Centro colombo americano, donde la encantadora Ana María  Abello le abrió las puertas de la galería.

La Playa de Belén es un municipio privilegiado de la región de Ocaña, por sus gentes, sus Estoraques, sus cebollitas y sus mujeres hermosas. Las casas son blancas, con materas y flores a lado y lado de las puertas y las calles son empedradas. Yo pienso que todo ese entorno ha influido para que en La Playa se den artistas de renombre: músicos, poetas, escritores selectos como Guido Pérez Arévalo, fotógrafos de talla nacional e internacional como Álvaro Claro Claro y pintoras de fama como Karen. 

Karen es apenas una jovencita de 25 años, delgada y baja de estatura, pero de gran altura artística. Ha empezado a ascender por los escalones de la fama y ya saborea las mieles de la gloria. La gloria que sólo está reservada para algunos, como Karen Lorena Arévalo Pérez.

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