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Instrucciones para hacer el pesebre (2)
El buey debe ser manso, no sea que agarre a cornadas a los pastores.
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Jueves, 23 de Noviembre de 2023

Decíamos antier que es hora de ir empezando a hacer el pesebre. La idea es que el 1 de diciembre, junto con los villancicos y el olor de las hayacas decembrinas, en cada casa haya un pesebre, que  nos recuerde el nacimiento de Jesús.

Los villancicos ya empezaron, sobre todo en los centros comerciales, pero los  verdaderamente hermosos son los que se cantan en familia, acompañados con las tapas de la cocina y alguna vieja guitarra desafinada. Algunas veces llegan los vecinos y se forma la guachafita. Mucho mejor.

Hayacas hay durante todo el año. Pero las sabrosas de verdad son las de diciembre, hechas con la sazón de la abuela y el amor de todos los que intervienen en su elaboración. Hacer hayacas para el 24 se convirtió en algunas regiones en un ritual que reúne a la familia, alrededor del fuego donde hierven las hayacas, en el patio de la casa.

Simultáneamente con el pesebre, hay que pensar en el árbol de navidad, otra costumbre que poco a poco se ha venido acomodando en nuestras familias. El arbolito era importante porque debajo se ponían los regalos cuando se podían dar, pero ahora con la sitúa tan jodida, sirve para ponerle luces y estrellitas de papel brillante y tarjetas de navidad. El árbol de navidad tiene un profundo significado de prosperidad y abundancia. Por eso aconsejan hacerlo grande, frondoso y lleno de cajitas envueltas en papel regalo.

Pero ¿por qué hacer pesebres? Ya decíamos que fue san Francisco de Asís el que tuvo semejante ocurrencia. Desde entonces se multiplicaron los pesebres. Los católicos, devotos y creyentes hacen pesebres para recordar el nacimiento del niño Dios. El pesebre es un lugar sagrado en la casa.

Los que tienen nietos o hijos pequeños hacen pesebres para que los niños tengan un motivo de entretención y de juego dentro de la casa. Ya se sabe que los niños son quienes mas disfrutan con los pesebres de cada año.

Los sicólogos aseguran que todos -incluidos los viejos- llevamos por dentro un niño. Un niño que a veces se enternece, a veces llora y a veces hace pataletas. Por eso tenemos en ocasiones actitudes infantiles. Y por eso, a todos nos gustan los pesebres. Por el carajito que llevamos dentro.

Los poetas y educadores  dicen que en un mundo como el que vivimos, lleno de materialismo y tan alejado de los valores espirituales, los pesebres tienen la virtud de transportarnos a mundos de fantasías y de colores, donde no importa que en un árbol haya colgando un avión, o que en los ríos de papel haya barcos gigantescos o que el saxofón sea más grande que el músico que lo toca. Todo es posible en la magia de los pesebres.

Al montar el pesebre, tenga en cuenta las siguientes recomendaciones:

Saque con tiempo las cajas donde guardó las figuritas el año pasado.

Cerciórese de que todo está en orden. Que el Niño tenga pañales suficientes y las cremas y los teteros y un termo para darle aguamielita caliente cuando a María se le empiece a secar la leche.

Examine que la burra tenga las herraduras bien puestas porque el viaje desde Nazareth hasta Belén va a ser largo.

El buey debe ser manso, no sea que agarre a cornadas a los pastores y a las ovejas.

Que los ángeles ensayen bien el Gloria, para que no se traben la noche del 24.

La pesebrera debe estar limpia. Sin aperos viejos y sin cagajones.

Que el letrero diga Noche de paz. Y no, Paz total. Que es otra cosa.

 

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