Aunque el show que llevó el equipo económico del gobierno al Foro Económico Mundial la semana pasada fue ante todo un espectáculo de humo, luces y espejos, tiene el mérito de haberse aventurado en el campo de la “nueva economía” en el que el gobierno todavía se comporta como si acabara de pasar a través del espejo para ingresar al país de las maravillas. Mauricio Cárdenas, que parece ser el que va adelante describe lo que comienza a percibir: “ …el carbón y el petróleo seguirán siendo pilares, no se dejarán de incentivar; la nueva economía se les suma”, Por primera vez ha ingresado al lenguaje la nueva economía, que comprende todas las innovaciones en tecnología de información, de producción, mercadeo y pagos, robótica, inteligencia artificial, y modelos novedosos de emprendimiento, entre otros, que son tan radicales como lo fueron las de la Revolución Industrial.
Este enfoque fue bien recibido por los empresarios. Pero su principal preocupación es con la reforma tributaria. Le temen al inminente aumento de la carga tributaria y a que no van a eliminar la sobretasa CREE. Piensan que adaptarse a los cambios que aceleradamente están ocurriendo en el mundo de la tecnología y la producción es algo que puede esperar, lo que puede ser un serio error.
El país y el sector privado tienen que acomodarse rápidamente a estos cambios y poner en marcha políticas como las que se esbozaron sobre todo en educación, ciencia y tecnología e innovación, en los que ya estamos muy rezagados y que son los que mayor impacto positivo tendrán sobre las exportaciones. Pero también es importante prestarle atención a recuperar en el corto plazo el crecimiento superior al 4 por ciento anual y que no progresen leyes como la que propone cambiar el régimen de horas extras nocturnas y dominicales.
El sector industrial está dando señales de recuperación, gracias a la devaluación, pero los amagos de revaluación, los aumentos de las tasas de interés, la reforma tributaria que se teme, y esta reforma del pago de las horas extras pueden devolver a la industria al pabellón de cuidados intensivos, y con ella al empleo. La política antiinflacionaria amerita reflexión. Los principales causantes del aumento de precios son los alimentos y entre ellos los perecederos (38.5% anual), y los bienes transables. Subir más la tasa de interés no va a cambiar estos precios y si puede hacer caer la oferta de alimentos y de otros productos nacionales. La revaluación ayuda con los precios de los transables pero le hace daño a la industria.
Adicionalmente, la confianza de los consumidores es muy baja y sus expectativas son negativas. La demanda interna crece menos que el PIB, la inversión está cayendo, el gobierno tiene programada una caída drástica de su inversión, y el consumo de los hogares se ha desacelerado. El crecimiento de la cartera de crédito ha caído en menos de un año 8 puntos porcentuales y el de la cartera hipotecaria 38 puntos. Insistir en subir los intereses no tiene justificación.
Lo que tendría mucho sentido como política de corto plazo y permitiría ver pronto resultados positivos de precios y de producción sería aumentar la producción de alimentos, impulsar al sector agropecuario, al carbón y al petróleo.