La OTAN y la Unión Europea: La OTAN es una alianza militar constituida en 1949 por Estados Unidos, Canadá y varias naciones europeas para frenar la expansión del comunismo. La URSS, a su vez, tenía una alianza similar bajo el Pacto de Varsovia. Pero desde la disolución soviética, la OTAN no es más una alianza antirrusa sino un acuerdo de seguridad colectiva para proteger a sus miembros de agresiones externas. Varios estados que estuvieron bajo el yugo soviético hacen hoy parte de la OTAN: Albania, Bulgaria, Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia (ambos correspondientes a la antigua Checoslovaquia), Rumania, y tres estados bálticos, Estonia, Letonia y Lituania. Putin ha sostenido que la expansión hacia la Europa Oriental amenaza su seguridad y es intolerable. Los hechos muestran lo contrario y la invasión a Ucrania lo confirma. Ninguno de los países que hacen parte de la OTAN ha agredido a Rusia o a otro de los países bajo su órbita. En cambio, hacer parte de la OTAN sí protege a los estados que la integran de la amenaza rusa. No deja de ser paradójico: la invasión rusa a Ucrania, que supuso volver a llevar la guerra al corazón de Europa, fortalece a la OTAN y la justifica. Si en algún momento se cuestionó la necesidad de su continuidad, hoy nadie la pone en duda. De hecho, Alemania, que se había rehusado tradicionalmente a hacer esfuerzos presupuestales para fortalecer sus fuerzas militares, ha tomado la decisión aumentar sustantivamente su gasto militar hasta el 2% del PIB, según lo pide la OTAN.
La neutralidad y el pacifismo: la neutralidad Suiza tiene doscientos años. La grosera y peligrosa invasión a Ucrania hizo que los suizos se sumaran a las sanciones tomadas por la Unión Europea. Suecia, que por ley no podía exportar armas a países en guerra, anunció que transferiría armamento antitanque a Ucrania. Finlandia, con una tradición pacifista aún más antigua y que siempre ha procurado no molestar a los rusos, tomó una decisión similar.
Suecia y Finlandia, por su lado, han quedado en una situación muy compleja, además, un dilema que tendrán que resolver. Desprotegidos por la OTAN, de la que no hacen parte y amenazadas por Rusia si deciden integrarla. Hoy hay debate interno en ambos países para integrar la Organización, cosa impensable antes de la invasión.
Moldavia: acaba de pedir formalmente acceder a la UE. Tiene frontera con Ucrania y expertos consideran que sería el próximo paso de Putin si cumple sus objetivos con Kiev. Y el siguiente podría ser Bosnia. Lo cierto es que Putin, que quiso dividir Occidente, está consiguiendo todo lo contrario.
Colombia: hay un reto, en especial por la venta de armamento militar ruso a Venezuela y, a corto plazo, la posibilidad de interferencias informáticas durante las elecciones. No podemos entrar a una carrera armamentista. Pero el chavismo no parece dejarnos camino distinto a fortalecer la cooperación con los Estados Unidos y la OTAN.
Gas y petróleo y cambio climático: finalmente, la invasión cambiará la dinámica del mercado de energía. No solo por las dificultades que supondrán las sanciones para la venta de petróleo ruso sino porque Europa entendió que no puede depender del gas ruso. Las políticas para luchar contra el cambio climático se verán atrasadas. Y mientras que se hace la transición, Colombia se verá favorecida por el mejor precio del crudo y del carbón y su mayor demanda.