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Francia, entre Macron y Le Pen
Qué lejos está Francia de la polarización ideológica que tanto ha marcado su historia.
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Domingo, 24 de Abril de 2022

Francia, que instauró el modelo de dos vueltas para escoger presidente de la República, tan en boga entre las naciones latinoamericanas, realiza este domingo una crucial segunda ronda entre Enmanuel Macron, actual mandatario, representante del centro, y Marine Le Pen, líder del movimiento Agrupación Nacional, que deriva del antiguo Frente Nacional, partido de extrema derecha que fundara su padre.

Hace cuatro años se enfrentaron en segunda vuelta estos mismos dirigentes. Esa circunstancia de coincidir los mismos candidatos en la final de dos presidenciales consecutivas no se daba desde Giscard d’Estaing y François Mitterrand, quienes compitieron representando la derecha y la izquierda en 1974 y 1981.

Qué lejos está Francia de la polarización ideológica que tanto ha marcado su historia. Todo ha cambiado, en particular para la izquierda, puesto que, en un país altamente desarrollado, cuya economía es la quinta más grande del mundo, en donde el 77% de su población activa laboral pertenece al sector servicios, al paso que solamente el 20% representa obreros industriales, es natural que se diluya el ímpetu revolucionario, y más bien se desarrolle una fuerte y aburguesada clase media.

El ingreso per cápita de los franceses es 7 veces más alto que el promedio colombiano. En concordancia con esa evolución, Jean-Luc Melenchón, candidato socialista o, de la Francia Insumisa, quedó relegado a la tercera posición en primera vuelta, con el 22% de los sufragios.

De todas formas, ese porcentaje de la izquierda podría definir las elecciones, dado que en primera vuelta Macron obtuvo el 27.8% y Le Pen el 23.1%. En principio, cualquiera pensaría que los socialistas preferirían a Macron sobre Le Pen. Aunque la dirigencia de izquierda haya aconsejado la abstención y la mitad de su electorado acate la instrucción, algunos sondeos indican que paradójicamente entre el 20 y el 30% de los socialistas votaría por Le Pen. Ello se explica por el desgano que Macron les produce, por haber renunciado al partido socialista, inspirado políticas centristas cuando fue ministro de Economía de Hollande, y ser visto actualmente como vocero del capital.

La verdad, el pensamiento económico de Macron lo resumen sus palabras: “Queremos preservar el modelo social francés. No haremos una política en detrimento de los asalariados, pero hay que reconocer la necesidad de tener un motor en la economía, y ese motor es la empresa”. Pragmático, no desmonta la socialdemocracia, pero protege la libertad de empresa.

Por su parte, Marine Le Pen, consciente de su necesidad de atraer el centro, inclusive a los progresistas, no sólo esconde bien sus matices originales de extrema derecha, como su posición racista y anti-inmigrante, sino que ha abogado por las uniones civiles para parejas del mismo sexo, y aceptado el aborto incondicional. En materia económica, su discurso se parece al de Mélenchon, al punto que algunos ultraderechistas la ven muy de izquierda. Con habilidad y carisma, esta abogada penalista de La Sorbonne sigue al pie de la letra a teóricos de la ciencia política, como Schwartzenberg.

Macron llegó al poder a los 39 años, siendo después de Napoleón Bonaparte el gobernante más joven en la historia de Francia. Estudió piano en el Conservatorio de Amiens; filosofía en la universidad de Nanterre, con tesis laureada sobre Hegel; ciencias políticas en el Instituto de Altos Estudios de París; y, finanzas públicas en la Escuela Nacional de Administración, donde se forman las élites francesas. A los 24 años ya era un socialista contribuyente de su partido, pero su experiencia bancaria lo vinculó al empresariado, por lo que consolidó una ideología que hace compatibles lo social y lo empresarial.

Muy seguramente será reelegido Enmanuel Macron, quien también propone una refundación de la Unión Europea en lo económico, político y militar. Francia, con Alemania como gran aliado, lidera la geopolítica del viejo continente. La objetividad comparada enseña que, como ninguna otra nación, en toda su historia ha sido permanente luz para Occidente.

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