La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Eso de ser presidente
Ser presidente es un cargo que atrae. De lo que sea.
Authored by
Lunes, 7 de Noviembre de 2016

Ser presidente tiene sus más y sus menos. Yo creo que tiene más de menos que de más. Pero, en fin, cada quien es libre de escoger lo que más le convenga.

En todo el mundo hay presidentes y durante toda la vida ha habido presidentes. Dios puso de presidente de la firma El Paraíso S.A.S. a Adán. Ni siquiera convocó a elecciones. Lo hizo a dedo, como lo mandan las leyes de la dedocracia. Pero Adán no dio la talla. Empezó a comerse las manzanas tipo exportación y alguien le llegó con el cuento a Yaveh. Y Éste, en lugar de escucharlo o darle algún chancecito, archivándole el asunto o algo así, de inmediato lo destituyó, lo deportó y lo obligó a trabajar. Porque el tipo se creía congresista y nada de nada.

Ser presidente es un cargo que atrae. De lo que sea. Yo mismo en el colegio fui presidente del Centro Literario y tenía muchas ventajas, como no asistir a clases cuando estaba en Junta, o ser exento de los exámenes de castellano y literatura.

En Las Mercedes fui presidente del Comité pro municipio y todo iba muy bien hasta que los políticos de Sardinata se nos atravesaron en el proyecto y nos pusieron zancadilla y nos dañaron el caminado. Fui presidente de la Junta de Acción Comunal y presidente del Comité pro carretera. Y quise ser presidente de las Hijas de María, pero el cura se me atravesó, a pesar de que contaba con todos los votos de las Hijas.

Presidencias chiquitas, sin mucho problema. Pero lo grave son las presidencias grandes como la de la República. Lo digo ahora que ya empiezan a sonar los primeros candidatos. El primero en tirarse al ruedo fue el senador Jorge Robledo. Pero se sabe del vice Vargas Lleras y se habla de  los negociadores De la Calle y Timochenko, y se menciona a Clara López y Piedad Córdoba. Amanecerá y veremos, como dijo el ciego.

Sea quien sea, se requieren pantalones bien amarrados para buscar ese puestico. Como decía mi abuelo Cleto Ardila, ese es un cargo que no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Ahí tienen el ejemplo en el pobre Juanpa. Hizo lo que pudo, se engrudó de la que sabemos (digo mermelada), se enculebró, prometió, y a punta de repartir palomitas para las solapas, se hizo reelegir y ¿para qué? Le salió el tiro por la culata en lo del plebiscito, después de que se la jugó toda. “Mis restos”, dijo, como jugando cartas, y perdió.  Esa noche por televisión todos lo vimos ojeroso, demacrado, con muchos más años encima y un torrente de lágrimas a punto de brotársele. Afortunadamente el hombre es bien macho y se aguantó las ganas. Las de berrear.

A los tres días le dieron el Nobel. Y el hombre se coloreó. No tanto de la emoción sino de la pena. ¿Un Nobel de paz sin haber conseguido paz? SE  corrió el rumor de que no iba a aceptar por dignidad el premio. Entonces sus amigos le mandamos un mensaje: “No, señor presidente, ni de vainas. Premio es premio. Fíjese que la platica la necesitamos aquí en Colombia. Algo hacemos con ella”. El mensaje lo firmábamos, entre otros, este servidor y José Eustorgio y William y César y Víctor Manuel. Pura pesada. El presidente nos hizo caso y ahí está, con vergüenza y todo, pero Nobel.

Presentó el proyecto de reforma tributaria al Congreso, y sus mismos socios se le fueron encima. Pobre  Juan Manuel sale de una y se mete en otra.

Por allá cogió para Inglaterra donde nos hizo quedar como un chocato. Al saludar a la reina la confundió con Piedad, la del turbante, y le dijo con el más rancio acento bogotano: “Ala, mi rreina querida”. Alguien le corrigió: “Su majestad”, pero ya las había metido.

Lo que quiero decir con todo esto es que no todo el mundo es apto para ser presidente. El curso que hay que hacer debe ser intenso y hay que pasarlo.  Ojalá a nuestro paisano Juan Fernando no se le vaya a ocurrir meterse en semejante berenjenal. Por estos lados todavía huele a chamusquina.

Temas del Día