
No es desviado pensar que la violencia articulada a la política parece haber llegado a Colombia para quedarse. Los actores que la generan son de diferentes vertientes, es decir, tienen distintas identidades. Pero actúan bajo un común denominador que es el del aprovechamiento de la perturbación en función de sus causas electorales en la perspectiva del poder, para lo cual también les es útil el entramado de la ilegalidad: el narcotráfico, la minería ilegal, la corrupción en todas sus formas, las mañas de la burocracia ya especializada en prácticas que afectan el patrimonio público.
Hechos como el atentado criminal contra el senador Miguel Uribe Turbay debió suscitar una reflexión seria en el propósito de la paz. Sin embargo, sus propios amigos se han dedicado a buscar un desmedido aprovechamiento electoral. No es la paz lo que les importa sino el regocijo de volver al poder con cálculos de revancha y fortalecimiento de sus fuentes de enriquecimiento. Es una oposición con enorme déficit de lucidez, lo cual le impide pensar en la posibilidad de sacar a Colombia de la adversidad de la barbarie en que está atrapada de tiempo atrás. Semejante equivocación es una contribución a la degradación del conflicto armado.
Pero esa complicidad ha tenido evidencias no solamente con el caso de Uribe Turbay. También es ostensible frente al recrudecimiento de la beligerancia armada en el Catatumbo. A las acciones del gobierno para rechazar la agresión criminal de los grupos beligerantes se han atravesado sectores dirigentes y hasta instituciones oficiales llamadas a prestar colaboración en términos de solución.
Es una forma equivocada de interpretar el ejercicio de la oposición, pues si bien es cierto que se debe preservar el derecho a la crítica y al control de los actos públicos ese ejercicio también debe tomar en cuenta el interés general, del cual no se puede excluir la paz.
Está dicho en todos los tonos que la paz es la principal prioridad de la nación. Hay que construirla no solamente con la desmovilización de los grupos de alzados en armas sino con la complementación de los acuerdos que están vigentes. Es un compromiso de todos y no se entiende que algunos sectores vean como inconvenientes sus desarrollos. Sería grave el predominio de semejante visión.
El frente amplio por la paz es una causa en que caben todos los colombianos así se tengan diferencias.
La paz involucra el derecho fundamental a una existencia digna. Es la vida con todas sus posibilidades creadoras. Es la convicción de que la muerte impuesta mediante actos criminales debe ser rechazada categóricamente. Y cuanto se haya empleado en esas prácticas letales no debe tener repetición.
Esa voluntad de paz tiene que hacerse visible en unos y otros sectores de la sociedad colombiana. Debe articularse a la educación en todos los niveles. Desde las aulas tiene que darse el ejemplo de convivencia y de respeto a la integridad personal. Es la expresión de la libertad y de la democracia en función del respeto a la existencia humana.
Puntada
Hay que participar en las Ferias de Cúcuta con ánimo de regocijo, de convivencia y alegría en demostración de la calidad humana de la comunidad local.
ciceronflorezm@gmail.com
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