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El país político vs. el país letrado
Colombia era en su mayoría rural, alejada de las capitales y de la toma de decisiones que al día afectaban a los ciudadanos.
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Sábado, 9 de Septiembre de 2023

Durante esta semana se desarrolló en Cúcuta la 19.º Fiesta del Libro de Cúcuta que, sin lugar a duda, marca un hito cultural en la historia de nuestra ciudad después de personajes como Eduardo Cote Lemus y la fundación de la revista “Mito” o la creación de diarios y periódicos como “Sagitario” y “El Diario de la Frontera”, entre otros.

¿Qué diría Julio Pérez Ferrero al ver convertido en realidad su sueño del poder de las letras y su largo trasegar al hombro con sus libros, llevando lo que sería nuestra biblioteca más importante y la generación después del terremoto, que reconstruye la ciudad con fuertes columnas de civismo, cultura, internacionalización de mercados y saberes, pero, ante todo, visión de largo plazo?

La Fiesta del Libro siempre será un bálsamo en medio de tantas complejidades locales y nacionales. No es para menos, en esta versión, mientras escuchábamos con atención los nuevos lanzamientos de libros, novelas, cuentos y obras de teatro el país se escandalizaba una vez más con la vuelta al gabinete presidencial de la controvertida Laura Sarabia, ahora con más poder económico por el manejo de nuestros impuestos desde el Departamento de Prosperidad Social, al tiempo con las revelaciones de un video vergonzoso donde, de manera ilegal, sin ningún proceso respectivo, interrogan a una persona que prestaba sus funciones domésticas a la anterior mencionada, con cinco personas arrestadas, un suicidio y un doble discurso entre la moral y la ética.

¡Qué bofetada al país! No se necesita ser muy entendido para comprender que nos creen incapaces de analizar lo que acá está pasando, pero estos temas no son nuevos. Por allá en las épocas de los años 30, cuando la revolución en marcha de López se enarbolaba como banderas sociales y el pragmatismo dogmático del bipartidismo comenzaba a recobrar más almas por medio de la violencia, se hablaba del país político y del país letrado.

Colombia era en su mayoría rural, alejada de las capitales y de la toma de decisiones que al día afectaban a los ciudadanos, de los sobrevivientes de la guerra de los Mil Días. Unos muy pocos, los denominados vencedores, se repartieron las tierras y los vencidos, con rencor se fueron al oscurantismo hasta que caería la hegemonía conservadora por más de 48 años.

Pero los liberales no durarían mucho, ya que las divisiones internas del partido y el error de hablar de transparencia, decoro y repartir favores entre manzanillos llevó a que cada día se arreciara la guerra.

Ese país político estaba enceguecido. Era fácil de distraer, con discursos pocos entendibles para los humildes o con homilías partidistas desde púlpitos de colores, hasta que fueron incontenible los sucesos que llevarían a los años terribles del ingreso comunista en el 48 y por supuesto, a la contención del Estado hasta el año 57.

La paz criolla no llegó, el corte de franela y la demencia partidista ensangrentó nuestros campos. Allí, en esa divergencia y lejanía entre lo rural y lo urbano, se abrió paso al país letrado. Esos que habían tenido la oportunidad de profundizar en los clásicos o estudiar en los claustros religiosos pasaron al periodismo, la literatura y por supuesto, a la política inteligente, resultado de ello la creación del Pacto de Benidorm en España y ratificado en Sitges que desembocó en el Frente Nacional y el rescate del golpe de opinión de Rojas Pinilla. Necesitamos regresar al país letrado.

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