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El elefante y la burrita
De los burros es proverbial su mansedumbre, además de su baja estatura y su poca inteligencia.
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Miércoles, 9 de Noviembre de 2016

Contra todos los pronósticos, el elefante apabulló a la pobre burrita, en las elecciones de antier, en los Estados Unidos. Lo de elefante y burrita no tiene nada que ver con el ganador y la perdedora. Estos dos animales son los símbolos de los partidos tradicionales de ese país: los republicanos y los demócratas.

No conozco mucho sobre los elefantes. El primero que conocí fue en un circo de pueblo, en el que un caballo de cinco patas, un tigre amaestrado y un viejo y lánguido elefante eran las principales atracciones. Recuerdo que del elefante nos llamaba la atención el moco, los colmillos, las orejas y sus patas gruesas, casi tan gruesas como las de un señor, a quien llamaban Juan Penco, por su fornida estatura, y de quien decían que tenía patas de elefante. Los muchachos nos reíamos de las patas de Juan Penco, a sus espaldas. Las películas de animales de la selva y de África, nos enseñaron algunas cosas de los elefantes: Que comen mucho, pesan mucho, no saltan, pero saben nadar. Son lentos, mansos y en algunas partes los usan como animales de carga y de silla. Pero que son muy inteligentes y que se asustan ante un ratón. 

En cambio con los burros he tenido más trato y comunicación. Quiero decir que, al ser de un pueblo de arrieros, donde no había carretera en mi lejana y añorada infancia, nos tocaba trajinar con caballos, mulas y burros. Alguna vez monté en un burro que me patarribió y entonces aprendí que caer  de un burro duele más que caer de un caballo. 

De los burros es proverbial su mansedumbre, además de su baja estatura y su poca inteligencia. Pero son muy buenos para el trabajo y son serviciales. En la biblia tienen lugar destacado los burros: En uno montó Jesús el domingo de Ramos, en burro montó María cuando, embarazada, iba con José hacia Belén. En el Antiguo Testamento una burra le habló a Balaam. Y en la literatura los burros entraron pisando duro cuando Juan Ramón Jiménez escribió Platero y yo.

Pero ¿por qué los demócratas escogieron para su logo la imagen de un burro? ¿Y por qué los republicanos se acomodaron con un elefante? Parece que fue un caricaturista el que empezó a dibujarlos así, y así se quedaron. Por ser manso y trabajador, el uno. Por ser inteligente y de peso, el otro.

Sea lo que sea, acaba de imponerse el elefante republicano sobre el burro demócrata.

¿Y ahora qué pasará? Dicen los expertos que el elefante entrará haciendo estragos con sus gruesas patas y con el moco golpeará a todo el que se le atraviese. 

Pueda que sí, pueda que no. La verdad es que fueron muchos los que en el mundo entero nos trasnochamos  para saber el ganador. En la madrugada, llamé a Francisco, el argentino. Me confesó que estaba pegado del televisor viendo las noticias, y que en los comerciales elevaba padrenuestros y avemarías. No me dijo a favor de quién, pero creo que él también tenía la esperanza de que  la burrita se pegara su buen trote hacia la pesebrera llamada Casa Blanca. No fue así. No le alcanzaron las fuerzas. Y como en los circos de pueblo, vamos a ver con qué función nos sale el elefante.

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