Empecemos por entender que el desarrollo económico generalizado y el bienestar que este conlleva para una población comienzan con la revolución industrial; y esta arranca con las inversiones para las fábricas, principalmente de telas, a finales del siglo XVIII. Antes de ella, como lo documenta el historiador John Coatsworth, los ingresos promedio de las personas eran muy similares y estaban cerca del salario de subsistencia.
Este era el círculo vicioso de la pobreza, difícil de romper para lograr un beneficio generalizado de la población. Por ello, la revolución industrial se considera la segunda gran transformación de la humanidad después del descubrimiento de la agricultura.
Es cierto que Roma era rica, pero su riqueza provenía de las conquistas y su coeficiente Gini se estima cercano al 0.4, es decir, bastante balanceado, aunque con élites muy ricas y esclavos y plebeyos muy pobres.
Egipto, durante sus 3.000 años de apogeo, se basó en el gran descubrimiento/invento de la agricultura en el Nilo, probablemente con un Gini de 0.5, calculado por la academia. (Para referencia, un coeficiente Gini de 0 indica que todos tienen la misma riqueza y, en el otro extremo, un coeficiente de 1 indica que una sola persona posee toda la riqueza, mientras que el resto no tiene nada).
Pero en nuestros días, cuando hemos pasado, en un poco más de un siglo, de 1.500 millones de personas a 9.000 millones, y de las primeras el 80 % vivía bajo la línea de pobreza extrema y el 50 % en pobreza, hoy solo hay 800 millones de personas en pobreza, es decir, un 9 %. Solo en 24 años, China sacó de la pobreza a 800 millones de personas, y la India se apresta a hacer lo propio. Colombia ha evolucionado en los últimos 30 años, alcanzando, antes de la pandemia, una cifra de 17 millones de personas pobres, o un 35 % de su población, que sigue siendo alto, pero representa una reducción del 20 % en comparación con los niveles de 1990.
¿Cómo explicarlo un poco más técnicamente?
Michael Porter ha afirmado, y parafraseo, que “la decisión de una empresa, del tamaño que sea (puede ser un emprendimiento pequeño), de invertir en un lugar específico es un plebiscito de la administración y de sus accionistas de que allí están las mejores condiciones para hacerlo, comparado con otro lugar en la geografía que esté dentro del ámbito de la empresa”.
Es decir, cuando se atrae una inversión a un país o a una región, ya sea por parte de un fondo financiero, una empresa o un ente multilateral o estatal, se trata de un proyecto ampliamente estudiado y analizado por la administración y los órganos de gobernanza. Y cuando se realiza, se genera riqueza no solo para la empresa o el emprendimiento, sino para toda la comunidad a su alrededor.
La salida de Nestlé del Caquetá se debe seguramente a muchos factores (como la salida de PNS de Nariño el año anterior); o cuando Danone dejó Colombia en 2017, o cuando una multinacional como GE vendió su participación a Colpatria en 2011.
Muchas veces, esas salidas son producto de decisiones generales de esos gigantes en la casa matriz, a veces relacionadas con dejar un negocio en general o una geografía en particular (Danone salió de sus mercados más pequeños en Latinoamérica; esto denota un principio del síndrome del círculo de pobreza).
La decisión de invertir puede ser el posible inicio del síndrome de riqueza si el proyecto resulta exitoso.
A nivel individual, las personas entran o salen de ese círculo vicioso dependiendo de si tienen un salario (ojalá formal) y ahorran para ir construyendo un capital. Pero no hay duda: la inversión trae riqueza, es la versión técnica del dicho popular, y algo vulgar, de "plata llama a plata", y puede romper el círculo vicioso de la pobreza.
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