Cuando en Bogotá y el resto del país hablan de El Catatumbo, muchos ignoran que se trata de una subregión del Norte de Santander. Se sorprenderían al enterarse que el principal centro urbano de la zona, Tibú, queda solo a poco más de 100 kilómetros de Cúcuta y que fue uno de los mayores productores de petróleo del siglo anterior. En los años 80s las guerrillas de las Farc y el Eln se fueron asentando en la zona y posteriormente llegaron los paramilitares de Mancuso al finalizar la década de los 90s. Desde entonces, se generó una guerra por el control territorial que el estado no ha logrado ejercer y en el que han fallado todos los gobiernos desde entonces.
Al corazón de ese Catatumbo, en El Tarra, llegó el viernes pasado el Presidente Petro a realizar un Consejo de Seguridad abierto y con participación ciudadana, no encerrados en cuatro paredes como hacía Duque. Se envió así un contundente mensaje de autoridad y soberanía frente a los violentos que azotan la zona. La visita presidencial produjo emoción a la gente con toda razón y los mensajes finales del jefe de estado generan optimismo y esperanza sobre el futuro de la región.
En las últimas décadas han sido numerosas las movilizaciones sociales en la zona para exigir mayor atención del estado. Desde el gobierno Barco con el paro del nororiente, el reclamo de los habitantes del Catatumbo ha sido permanente por la ausencia de inversión. A pesar de los esfuerzos aislados de cada cuatrienio y avances innegables en materia de electrificación rural, construcción de algunas vías, hospitales y megacolegios, ha faltado una acción sostenida del estado y son muchas aún las falencias. La principal, sin duda, es la ausencia de una actividad económica legal que asegure empleo a sus habitantes. Hay avances con el carbón, la palma y el cacao, pero no es suficiente para salir de ese círculo vicioso de violencia, pobreza y coca. La única salida, así lo entendió Petro el viernes, es la implementación integral y sostenida de los acuerdos de paz hasta el año 2030.
Convertir a Tibú, El Tarra, San Calixto y Hacarí en capitales de la Paz y no de la coca, se logrará con la ejecución rápida y eficiente del PDET del Catatumbo. Allí están contempladas y priorizadas por la comunidad las obras esenciales para la región. También se requiere la aplicación del punto 1 de desarrollo rural, que significaría la formalización de la propiedad a los campesinos de la zona y, por supuesto, la correcta aplicación del Plan Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos, en concertación con los cultivadores. Además, el compromiso de Petro con la Universidad del Catatumbo es una gran noticia.
En fin, después del emotivo recibimiento al presidente Petro en las tierras profundas del Catatumbo, vienen grandes retos y desafíos para la región. No cabe duda que la visión del nuevo presidente sobre el territorio y su compromiso con La Paz es una enorme oportunidad que no podemos desperdiciar. Las elecciones ya pasaron y ahora se requiere que las autoridades del departamento y la sociedad civil nos sintonicemos con la agenda del nuevo gobierno, que nos puede significar La Paz definitiva en el departamento. Son muchas las víctimas de las últimas décadas y muy grande el sufrimiento de su gente.
Claro qué hay que combatir a los distintos grupos criminales, capturar a los narcos, destruir laboratorios y atacar el lavado de activos. Pero sin perseguir a los campesinos de la zona que no han tenido alternativas. No se trata solo de sustituir los cultivos ilícitos, sino de garantizar ingresos mínimos a la población y dotar a la zona de servicios públicos mínimos de conectividad, agua potable, viviendas, salud y educación, que permitan realmente transformar el Catatumbo en zona de vida y paz. Los astros están alineados para convertir al Catatumbo en el laboratorio de paz que siempre hemos soñado. No perdamos la oportunidad.