No se puede saber con certeza cuánto contribuirá la propuesta de reforma tributaria a reducir el faltante de recursos que puede ser cercano a $30 billones, incluyendo el gasto previsto para el posconflicto que no va a desaparecer.
Lo que se ha planeado para el posconflicto debe llevarse a cabo independientemente de que se postergue o se abandone la idea de la paz y debe ser un gasto prioritario. Varias regiones del país que tradicionalmente han sido descuidadas por el estado requieren soluciones no pueden posponerse.
Hacerlo sería renunciar a la paz y a algo que el Gobierno puede hacer sin tener que estar acorralado contra las cuerdas por la oposición, que ya aspira a meterse en todo.
Estos imperativos de política social y de la política le añaden complejidad al problema fiscal, pero la solución no es dejarlos a un lado, que parece ser lo que desean los empresarios que están más motivados por la reducción de impuestos a las sociedades que por otras razones.
Fedesarrollo y Anif han estado insistiendo en la necesidad de la reforma precisamente con el argumento de que hay que rebajar los impuestos a la ganancia de las empresas y el impuesto a la riqueza, y aumentar simultáneamente la carga tributaria para los individuos.
Pero no se refieren al efecto posiblemente recesivo de la reforma ni al problema político que surge de aliviar a las empresas y a los ricos, imponiéndoles mayores impuestos a los demás. Tampoco se ha puesto sobre la mesa que la reforma tributaria solamente va a resolver una parte del problema fiscal. Quizás podrán aumentar el recaudo en el equivalente a un punto del PIB, a lo sumo punto y medio, y no inmediatamente.
Es necesario complementar la reforma con un reordenamiento del gasto, de las regalías, y una redefinición de prioridades.
Conscientes de los enormes problemas que esto causará, hay quienes aconsejan que además de tratar de concertar la paz con la oposición, el gobierno negocie con ellos la aprobación de la reforma tributaria. Quizás al gobierno no le interese darles juego en todo lo importante.
La oposición obtuvo una ventaja de 60.396 votos (0.47 por ciento del total) que pudo haber sido conseguida con prácticas cuestionables que investiga la Fiscalía, en un plebiscito que se refería únicamente al acuerdo de paz.
Además, el Centro Democrático ya se ha pronunciado en contra de la reforma tributaria. Dicen que la pérdida del grado de inversión de la deuda colombiana no se evita con más impuestos y que se debe complementar con un severo recorte del gasto. Les inquieta cómo afectaría la reforma a la clase media, de donde provienen muchos de sus seguidores.
El principal problema de la reforma tributaria va a ser político. Va a dar lugar a una gran controversia y va a ser insuficiente. Hacen falta otras ideas para elevar el recaudo y hacer eficiente el gasto. Hay que esperar a ver qué proponen los técnicos del gobierno que hasta ahora han utilizada a la Comisión de Expertos como parapeto.
Ojalá no estén pensando, como lo sugirió el presidente de Asobancaria, que el Presidente se gaste el oxígeno que le brindó el premio Nobel de paz en algo distinto a la paz. El problema político es de Hacienda y del Consejo Gremial.