No me refiero al partido, que perdió su “permiso para operar” con la llegada ilícita de Samper a la Presidencia y que sobrevive por la tenacidad del expresidente Gaviria. Algo similar ocurrió con los conservadores, debilitados en gran parte por la Violencia.
Pero, volviendo a la pregunta: ¿dónde está el Liberalismo hoy? ¿Dónde están las personas con pensamiento liberal que hicieron de este partido un motor de cambio en los cuatro periodos de la República Liberal? ¿Cuáles son las ideas liberales hoy? ¿Dónde está el conservatismo que dio forma a la Constitución de 1886 o fundó el Banco de la República en 1923 y la Federación Nacional de Cafeteros en 1927?
La historiadora Pilar Moreno de Ángel sostenía que el siglo XX en Colombia comenzó con los cambios de Alfonso López Pumarejo, a quien los sectores conservadores tildaban de comunista. Sin embargo, fueron esos cambios los que no le dieron entrada al comunismo en Colombia, cuando este ideario ganaba fuerza tras el ascenso de Lenin y Stalin en la Unión Soviética.
Muchos, especialmente los jóvenes, se preguntarán: ¿a quién le importan hoy las ideas liberales? En un país que rechaza su historia por considerarla violenta, estas ideas han sido el motor de los cambios más importantes en los últimos 95 años y deben seguir vigentes. Pero lo de “liberal” puede ser hoy solo semántica; lo importante es una revolución en políticas abiertas que favorezcan causas como la sostenibilidad ambiental y el avance de los menos favorecidos.
Por ello, López llamó a su gobierno “La revolución en marcha”: inició con la Ley 100 de tierras, impulsó la hacienda pública con una reforma tributaria, apoyó la creación de sindicatos, luchó por mejorar la educación (con su aporte a la Universidad Nacional), promovió una reforma agraria, expandió las relaciones internacionales e implementó reformas judiciales, laborales y de género.
Los personajes de la época que ocuparon cargos en Ministerios, el Congreso o las Cortes, como Santos, Turbay, los Lleras, Gaitán, Echandía, López de Mesa, lograron grandes avances, a pesar de las rivalidades. Porque no basta con tener grandes ideas; en la vida, como en el fútbol, se necesita un equipo brillante para ejecutarlas, como el tridente de Bale, Benzemá y Cristiano.
Hoy enfrentamos un desierto de ideas, con personalidades pequeñas y nociones limitadas de lo que se podría cambiar. De ahí el entusiasmo por el “cambio”, como lo describía Mario Mendoza en la Revista Cambio. Petro es creativo, y eso es indiscutible. Que esté equivocado en muchos aspectos, según la mayoría, y que algunos cambios sean erróneos desde una perspectiva empírica es evidente. Un ejemplo es la caída en las acciones de Ecopetrol. No obstante, su visión sobre la economía agroindustrial participativa y su enfoque en la preservación ambiental son novedades innegables.
Frente a esto, debemos responder con una asociación creativa de personas éticas y transparentes. No es con tibios paños de agua donde se refugia el anti-petrismo, traficando con la esperanza de una gente que ya no cree en cuentos, al menos no en elecciones presidenciales ni grandes alcaldías.
Es necesario volver a promover políticas viables que pongan a Colombia de pie, que la sacudan e impulsen, como Nairo Quintana, a montarse de nuevo en la bicicleta. El objetivo debe ser construir un Gran País con una sólida clase media, un crecimiento superior al 5 %, un Gini en descenso, una educación pública de calidad en todas las regiones, una transición energética realista que permita exportar bienes manufacturados con energías limpias, y una lucha decidida contra la corrupción. También se necesita recuperar la seguridad territorial y urbana, y empresarios que valoren su impacto social tanto como sus ingresos.
No se trata del “liberalismo” en sí. Lo que necesitamos es una Avalancha de 1930 versión 2.0, una nueva revolución de políticas que metan a Colombia en el Siglo XXI, y, sobre todo, la capacidad de ejecutarlas.
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