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Defensa de lo intolerable
No se puede pretender creer que los colombianos son miopes ante la realidad que se vive en Venezuela.
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Lunes, 22 de Octubre de 2018

Más que una estrategia para desacreditar al gobierno de Colombia y defender el régimen de Venezuela, es un descaro decir que desde Bogotá se está fraguando una diplomacia de guerra contra el vecino país.

No se puede pretender creer que los colombianos son miopes ante la realidad que se vive en Venezuela, cuyas consecuencias las sufren en carne propia su pueblo y en forma directa territorios como el nuestro, donde ya se cuentan cerca de un millón de inmigrantes.

La carta escrita por el exjefe de las Farc Iván Márquez, desde el sitio donde está oculto, tiene grandes desaciertos que tratan esconder una realidad tan gigante como el sol, el fracaso del régimen chavista que tiene a Venezuela en la quiebra y con un monumental desabastecimiento, acudiendo a crear cortinas de humo bélicas para desviar la atención de esa crisis. Los insultos proferidos constantemente por el gobierno de Nicolás Maduro contra Colombia, violación de la soberanía en zona de frontera y hasta divulgación por medios nacionales de estrategias de guerra, son una clara muestra de su agresión.

Hacer relación a la gesta de Simón Bolívar, que sacrificó su riqueza y hasta su vida por la campaña libertadora, con el régimen actual en Miraflores, que de manera opuesta se aprovecha del poder para enriquecerse y someter al pueblo, raya en una ofensa a la memoria del libertador.

Antes que agresor, Colombia ha sido solidaria y generosa con el pueblo venezolano. No se han cerrado las fronteras, como lo hicieron otros países, y tanto el Gobierno Nacional como administraciones locales adelantan campañas de asistencia humanitaria a los inmigrantes que incluye refugios, alimentación, salud, educación y oportunidades laborales; todo esto a pesar de las dificultades en salubridad y seguridad que este fenómeno migratorio está ocasionando en algunas ciudades. 

Un gobernante que cierra las puertas al disenso, que no permite que haya oposición, que se erige como el único candidato para convocar a unas elecciones disfrazadas de democracia, que tiene manejo absoluto de los órganos de control y las funciones legislativas y judiciales del Estado, no se puede llamar de otra manera que dictador.

Utilizando una expresión anotada por el exguerrillero Márquez en su carta, “el sentido común invita a impulsar” la democracia en Venezuela, a que recobre su grandeza, su estabilidad política, económica y social, para que vuelva a ser uno de los países que impulse las finanzas en latinoamericana.

Al ser jefe negociador del proceso de paz y dejar las armas para acogerse al estado social de derecho que rige la Constitución Política, Iván Márquez se sometió a respetar y defender la democracia. Pareciera que esos postulados ya fueron abandonados, al tomar partido en favor de un régimen antidemocrático, calificativo reconocido y sufrido por los mismos venezolanos.

Extraño es que cuando se esperan pronunciamientos de los desmovilizados de las Farc frente al futuro de los acuerdos de paz o de su presencia en la Jurisdicción Especial de Paz, se envíen escritos defendiendo causas que, a luz de la crisis actual en el vecino país, son intolerables.

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