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De pesebres
Hacerlos en vivo es meterse en un berenjenal poco aconsejable.
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Miércoles, 30 de Noviembre de 2016

Existen dos opciones para hacer un pesebre: Hacerlo en vivo, con figuras de verdad, personas y animales, al estilo de Francisco el otro, el primero, de quien dicen que fue el inventor de los pesebres, o hacerlo con muñequitos, del modo tradicional.

Hacerlos en vivo es meterse en un berenjenal poco aconsejable. En primer lugar, hay que contar en la vecindad con una virgen (algo no muy fácil en estos tiempos) y un trabajador sano, que haga las veces de padre putativo, y que el 24 no le dé por jartarse sus guarapos y llegue “prendido” a la ceremonia de la media noche. Se requiere también un niño barrigoncito, coloradito y alegre como unas pascuas, que representará al Niño Jesús.

Les contaré mi experiencia. Alguna vez, hace ya varios años, se nos ocurrió en La Opinión hacer un pesebre en vivo, con empleados del periódico, para el 24 en la noche. Con san José y el ángel Gabriel y los pastores no tuvimos ningún problema: nos sobraron aspirantes. 

El problema se presentó con la Virgen María. Solamente encontrábamos Marías. Consultamos entonces con el Obispo de la época, quien nos dijo: “Muchachos, háganse los de la vista gorda,  escojan a la que más lo parezca y pónganle fe”. Le agradecimos al monseñor lo de muchachos y echamos pa´lante con la que más lo parecía. 

Solucionado  el impasse, nos quedaba el problemita de escoger al Niño. Se presentaron varios empleados a concursar para tan alto ministerio, pero al medirles el pañal de infantes, ninguno dio la talla, por razones obvias. Y no nos fue posible conseguir un niño recién nacido.

Afortunadamente un periodista rolo, buen mozo, sonrisa angelical y cuerpo de niño, resultó medianamente aceptable para el caso. Le entrenamos la patica en el aire y las manos juguetonas. Todo bien, peroel 24, cerca ya de la medianoche, el Niño se nos puso difícil. No se dejaba quitar la ropita para ponerle el pañaly se quejaba de mucha sed. Tuvimos que cambiarle la leche del biberón por cerveza y así se fue calmando. Al correr el telón iba a salir corriendo pues le daba pena que lo vieran en pañal. Sólo la enérgica mirada del director lo calmó y pudimos seguir con el acto.

Otro problema que se nos presentó fue con los Reyes magos. Al no conseguir camellos debimos acudir a los jamelgos de los carabineros. La llegada de  Gaspar, Melchor y Baltasar al patio de La Opinión, caballeros en sus rocinantes y vestidos de finas túnicas y turbantes, estilo Piedad Córdoba, fue apoteósica. El rey negro se ganó todos los aplausos, seguramente por la hinchada femenina que siempre lo acompañaba.  A falta de lingotes de oro, del incienso y de la mirra, los magos le entregaron al Niño sendas botellas de wisky, que luego se las disputaron san José y los pastores.

El acto fue muy bonito y vistoso, aunque un poco alejado del relato bíblico. Al final, el niño, jarto de cerveza en biberón, no se quería parar de la cuna. Los reyes y los pastores estaban ya medio jinchos, y los espectadores mu contentos, de modo que se prendió la furrusca hasta el amanecer del 25.

Por la cantidad de problemas que se presentaron, yo no aconsejo los pesebres en vivo. Es mejor hacerlos con muñequitos, la segunda opción. Con papel verde y arena de la de los gatos, se hacen los prados y caminos. Con papel brillante, de envolver hamburguesas, se hace el arroyo que baja cantando de los altos montes. Lo demás son muñequitos que los venden baratos en el Alejandría, o en las calles cercanas a la Alcaldía, y un poco de imaginación.

De modo que no hay excusas para no hacer el pesebre. Hoy, 1 de diciembre, ya debe quedar listo. Háganle, y ojalá que todos resulten tan preciosos como el de la familia de Rosendo Cáceres, donde, además, atienden al visitante con vino y galletitas.

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